Sonia

Por Sergio González Levet

Supe de ella hace 26 años, estaba por iniciar la campaña de Patricio Chirinos Calero, y su guapa esposa regresaba con él a la ciudad en la que había hecho sus primeros estudios profesionales.
A doña Sonia la vi por primera vez afuera de El Rehilete, el centro educativo en la calle Madero de Xalapa, ese magnífico remanso de paz en el que Vicky Lascuráin además enseñaba las primeras letras a niñas y niños que iban y venían felices por los salones y los pasillos y los jardines de su querida escuela, como lo hizo María Chirinos Sánchez a sus dos años, cuando llegó para hacer amistades que a la fecha conserva, aunque se fue muy chica de regreso a la ciudad de México, cuando su padre terminó su sexenio, con una buena impresión y sin ninguna deuda.
Sonia llegó de la mano de su pequeña, saludó cordialmente a todos los que esperábamos a nuestros hijos, dejó atrás los cuchicheos de quienes la reconocimos como la futura primera dama de Veracruz: que era muy joven, que era preparada e inteligente… y que podría ser toda una sorpresa.
¡Y lo fue!
Yo no lo puedo asegurar personalmente porque a los pocos días me fui con mi esposa y mis hijos a vivir a Aguascalientes y a trabajar con otro excelente Gobernador, Otto Granados Roldán, que tanto quiere a Veracruz.
Pero mis amigos que se quedaron, mis colegas periodistas en su mayoría me aseguran, cada quien por su lado y con sus razones de peso, que Sonia Chirinos ha sido una de las mejores presidentas que ha tenido el Patronato del DIF, si no que la mejor en la opinión de varios.
Ellos me recuerdan el trabajo extraordinario que doña Sonia realizó entre la gente vulnerable de Veracruz, sobre todo nuestros indios, limpios del corazón y toda dignidad desde su miseria centenaria.
Ella los supo entender desde el primer momento porque se acercó a ellos no para la foto y la propaganda personal, sino para condolerse de sus males, para tratar de arrancarlos de su vida de necesidades y exigencias, de injusticias y abusos.
Sobre todo a las mujeres de la sierra, de las cañadas inaccesibles, de los bosques recónditos, Sonia les enseñó que se podían organizar para hacer un poco mejor sus productos, y comercializarlos de manera más conveniente. Fue con ellas, durmió en sus casas de tarro y barro, y les fue contando que podían tener una vida más sana, más limpia, más cómoda; que sus casas podían ser verdaderos hogares, refugios para sus hijos, con pisos firmes en verdad y estufas para sacar el peligro del humo mortal que a tantos envenenaba los pulmones y el alma.
A sus amigas pudientes nunca dejó de empujarlas, de incitarlas, de convencerlas para que le entraran a apoyar a los niños con cáncer, a las madres solteras, a los sin techo, a los sin trabajo decente.
Y le entraron porque vieron la sinceridad en el corazón y las acciones de Sonia Chirinos.
Por eso tantos la consideran la mejor.
Hoy, doña Sonia Sánchez, con estudios de maestría aunque no le gusta blasonar sus títulos académicos, regresa a su Veracruz querido para trabajar por la causa de Héctor Yunes Landa.
Al verla de nuevo, al escucharla hablar con entusiasmo, al mostrar su conocimiento de nuestra realidad, me doy cuenta de que sigue siendo la misma mujer que traía tantos sueños en aquel 1992; sueños que hicieron una mejor vida para muchos de nuestros jodidos (si perdonan la expresión) …
Y que los seguirá cumpliendo.
(Ah, ahora doña Sonia trae un arma adicional, que la vuelve más poderosa para luchar contra el hambre y la miseria: María viene con ella, ya toda una mujer, que le suma su apoyo y su inteligencia).
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