EL REY AZUL

Por José Antonio Flores Vargas
“Le creo porque tiene palabra de rey”, es una expresión coloquial que se aplica cuando alguien hace honor a la palabra o cuando es congruente con lo que dice, o simplemente, cuando cumple aquello que promete.
En pleno siglo XXI subsisten algunas casas reales y regímenes imperiales que han logrado imponerse a los embates democráticos de las sociedades. Los jefes de esas monarquías hereditarias suelen convertir su palabra en decretos reales. Y el poder soberano se transmite de padres a hijos -generalmente primogénitos-, contando con la venia inmortal de los dioses y con la docilidad de los pueblos.
Hace pocos años en la península ibérica, los nostálgicos de la monarquía leían con interés el libro Palabra de Rey, una obra del periodista Fermín Urbiola en la que se dan a conocer frases, vivencias o acciones destacadas del rey Juan Carlos, el padre del actual monarca Felipe VI de España.
En Veracruz ni hay rey, ni habrá monarquía, aunque algunos piensen o se expresen en esos términos, en referencia a que Miguel Ángel Yunes Márquez, el hijo del mandatario actual, podría ser el próximo gobernador del estado. Pero este señor es candidato al cargo, no por designios monárquicos, sino en virtud de que la Constitución Política no impide que el hijo de un gobernador aspire a sucederlo. Que hay parentesco o consideraciones de carácter moral o ético, eso es otra cosa, que puede tener, si acaso, un valor intangible y subjetivo.
No hay rey ni habrá monarquía, es verdad absoluta. Pero sí hay palabras, y casi siempre en exceso. Y las que predominan hoy día en estas tierras jarochas son de dos tipos: una, la palabra de los candidatos –ya que estamos en tiempos electorales–, y la otra, la del gobernador, el máximo cargo en Veracruz.
Palabra que se ofrece como simple estrategia de campaña -la del aspirante a un cargo vía elección-, o palabra de mandatario estatal, la que, si se es exigente, puede referirse a un compromiso, que debiera cumplirse, siempre y cuando se apegue a lo que establecen la Carta Magna, la Constitución local o sus leyes reglamentarias.
Porque quiérase o no, cuando se escucha la palabra u ofrecimiento de un gobernante, se asocia a un cumplimiento cabal, no a una aislada expresión cosmética o superficial, o como una frase ligera que se suelta irresponsablemente para salir del paso.
Y esta reflexión surge a raíz de algunas frases o compromisos que conforme transcurre el tiempo, perdieron todo su valor en Veracruz, si es que, con esa palabra empeñada en algún momento, se pretendió demostrar la estatura como persona, como candidato, o como gobernante.
En estos días de evaluación de candidatos o de personalidades o jerarcas que los respaldan, vienen a la mente dos o tres frases monumentales de Miguel Ángel Yunes Linares, proferidas en su campaña o ya como gobernador: “Encabezaré el gobierno del cambio”, ofreció reiteradamente. O aquella de “mi gobierno castigará la corrupción del exgobernador y sus cómplices; vamos a recuperar lo que se robaron”; o finalmente, esa fallida promesa que nos baila en la memoria a cada rato o en cada asesinato: “acabaré con la violencia y la inseguridad en Veracruz”.
Y el resultado de esas promesas es por todos conocido: no hubo cumplimiento de ninguna, o si lo hubo, fue o ha sido marginal. Por fortuna, y a raíz de ese desengaño, también monumental, los veracruzanos viven atentos a los dichos y obras de los máximos actores políticos.
La semana pasada en entrevista de radio y falto de modestia, Yunes Márquez aseguró: “soy mil veces más capaz que los otros precandidatos al gobierno, para resolver el tema de la inseguridad”. Días después, con igual optimismo en Papantla, su padre habló de la estabilidad del estado, ofreciendo que la Cumbre Tajín será memorable. Terminó revelando la presencia internacional de los cantantes Emmanuel y Mijares en el cierre del evento.
Ante semejantes anuncios, es muy probable que el próximo 20 de marzo a la media noche, el Ejecutivo estatal esté disfrutando el concierto con su familia entera al lado.
Para celebrar esa primera y cálida velada primaveral, aparecerá sobre el escenario el inagotable Emmanuel luciendo un vistoso traje de satín azul celeste y zapatos color añil brillante, presumiendo hipnóticos pasos de baile y cantando su canción predilecta:
No importa/ si tú me miras/ yo me convierto en un rey azul/ me hice una promesa hace unos días/ para tocar tu mano/ y no me atrevo todavía…
No, no, no importa…
(PalabrasClaras.mx)