A tiempo amar y desatarse a tiempo

Siempre he creído que en los medios de comunicación no sólo debe haber golpeteo a los políticos por ineptos y corruptos que ni siquiera saben hablar y que recomiendan, en tiempos de inseguridad, abrazos y besos, a líderes mañosos y rateros, a malosos que criminalizan a las mujeres, a periodistas y roban y secuestran a niños, jóvenes y hombres, como ocurre a diario en Veracruz. No. Un periódico debe tener una rendija de respiro a tanto desmadre.
Los que han viajado y conocen Aguascalientes, habrán visto su barrio morisco, sus callejuelas impecables, sus noches estrelladas sobre una cúpula luminosa, centellante, invitando a la embriaguez que el poeta Horacio llamó “la dulzura de perder un poco de seso” o de reencontrarlo.
Pues en esas calles y en sus extravíos andaban en cierta ocasión Renato Leduc y sus amigos para reunirse con otros para escribir y para beber en el bar 38. De pronto se oyó un grito: ¿“quién se atreve a escribir un poema con una rima insólita: la palabra tiempo?
El dueño del bar, don Bernal, colocó sobre la mesa el premio para el vencedor: una botella de cognac francés.
Mientras se elevaban las voces de los contertulios, la mirada de Renato Leduc no se apartaba de la etiqueta de la botella y la transformó en un reloj de arena y se acordó, seguramente, de los libros Gnómicos o Sapiencias del Antiguo Testamento de la Biblia donde aparece el Eclesiastés, atribuido a Salomón que lo había escrito al final de su vida, cuando, hastiado de los placeres y convencido de su vanidad pronunció su famoso “vanidad de vanidades y todo vanidad” con que principia el libro. Esto escribió para los jóvenes: Todo a su tiempo.
“Todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de ganar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de recocer; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz”.
Renato Leduc, sin pedir papel ni lápiz, con una sola voz desgranó el soneto insólito del tiempo y la noche se iluminó entre risas de cognac para dejarnos ese poema que se ha escuchado en una canción que interpretan Marco Antonio Muñiz, el desaparecido José José y Lola Beltrán, con sabor a cielo limpio y gente buena: la sabia virtud de conocer el tiempo. Un tiempo difícilmente aprehendido entre los versos del poeta que nos desgrana la dicha inicua de perder el tiempo para brindar su ascensión al cielo estrellado donde nos dice: ¡Salud!
Sabia virtud de conocer el tiempo
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquél amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo
-ignoraba yo aún que el tiempo es oro-
cuánto tiempo perdí –ay- cuánto tiempo
y hoy que de amores ya no tengo tiempo
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo.