¡Ah, que las… Palomas!

Al tiempo que enfrentamos la pandemia de COVID-19, que desafortunadamente ha cobrado más de 40 vidas en el estado de Veracruz y 11 contagios en Xalapa, ahora surgen voces que llaman a “salvar” a las palomas que “están muriendo de hambre” en parques como el “Benito Juárez” y “Los Lagos”, pues al cerrarse al público para prevenir el contagio del coronavirus “ya no hay quien les lleve alimento”.
Cuando leí esta nota en un portal de noticias llamado “Libertad bajo Palabra” –que por cierto ocupa como logotipo plumas antiguas que simulan la forma de una paloma–, creí que era broma. Pero no. Aunque carece de firma, la nota va bien en serio y aún más: Refiere que grupos animalistas se organizan para llevarles alimento, pero que “éste debería de ser un trabajo de las propias autoridades, que deberían de planear alguna estrategia para que los animalitos que viven en los parques no se queden sin alimento”.
Lo anterior me lleva a concluir que: además del coronavirus, con la pandemia se extiende un nuevo mal, al que podríamos denominar “idiotavirus”; ante la falta de noticias se inventa información editorializada que culpa a las autoridades de cualquier cosa, y cada vez es más evidente el resurgimiento de los medios de comunicación “de combate”. Es decir, los subsidiados por algún partido o grupo político, que enarbolan cualquier bandera para llevar agua a su molino.
No obstante, el tema de las palomas urbanas es interesante por otros motivos. Para empezar, porque existen en casi todas las ciudades del mundo y como especie son altamente exitosas. Esto se debe a que no son realmente animales domesticados ni salvajes o silvestres, de tal suerte que no dependen totalmente de las personas y su territorio es el espacio público.
Este tipo de animales se conoce como “liminales”, pues están en esa zona intermedia entre los domesticados y los silvestres. Se adaptaron a nuestro entorno y en muchos casos la ciudad les proporciona oportunidades de supervivencia que quizá ya no tengan en sus hábitats, si es que tuvieran alguno al cual volver.
Resulta que tras adaptarse a los centros urbanos, las palomas se han convertido en omnívoras. Mientras que en estado salvaje se alimentan de granos, plantas, frutos y otros animales invertebrados, en las ciudades y sus alrededores mantienen hábitos “oportunistas” (como las ratas), aprovechándose de residuos generados por los seres humanos.
Tienen la capacidad de digerir diferentes tipos de alimentos, restos de comida y otros materiales que encuentran en forma de basura.
Se les ha estigmatizado. Hay lugares donde se les considera “ratas con alas” y se habla de las enfermedades que pueden transmitir a los seres humanos. En muchas ciudades se les extermina, porque su excremento también daña monumentos arquitectónicos (disuelve la roca), y se les cataloga como un riesgo potencial a la salud.
Pero no es el caso… La cuestión es que si a las autoridades compete responsabilizarse de las palomas (que no están enjauladas y tienen una capacidad de vuelo increíble), también debieran hacerlo de las ardillas, perros y gatos callejeros, las ratas que pueblen cualquier espacio y hasta las cucarachas y las hormigas –por mencionar a algunas especies–, pues al final de cuentas cualquier animal no humano es un ser “sintiente”. Sin olvidar mariposas, abejas, moscas, avispas y cualquier tipo de ave que surque el espacio aéreo municipal.
También se habla de la mortandad de peces en “Los Lagos”, pero no por su preservación, sino por los malos olores que ocasionan al descomponerse. Basta decir que esto ocurre con frecuencia, igual que en la laguna de El Castillo y muchos otros ríos o cuerpos de agua que hemos contaminado. El problema es que las labores de limpieza no han sido inmediatas en esta época.
Ahora que, si en verdad nos ponemos animalistas, debiéramos organizar colectas para alimentar o preservar a la totoaba, la vaquita marina, el ajolote, jaguar, lobo mexicano, oso negro (no me refiero al vodka), la tortuga caguama, el guacamayo rojo y el ocelote; todas ellas, especies en peligro de extinción en nuestro país.
Absurdo. Más todavía, frente a la emergencia sanitaria que nos mantiene confinados en casa. Por eso creo que las únicas palomas que extrañamos en el parque Juárez, son las que daban nombre a la populosa cantina en la esquina de Enríquez y el Callejón de Rojas, que un día infausto fue cerrada para dar paso a un Oxxo. Cosas de la modernidad.
Atanasio Hernández