Alcoholismo, bola de nieve que arrasa personas y hogares

En estos días, en muchos lugares de nuestro país se ha declarado “ley seca” en los dos últimos fines de semana con motivo del día de las madres y el día del maestro, como una medida preventiva parte de la contingencia a causa del COVID-19, que coincide en el mes de mayo el cual es muy significativo para mí en relación al tema del alcohol y todo lo que conlleva.
Si bien, hay quienes consideran que el alcohol es un lubricante social, que facilita las relaciones, ayuda a ambientar las reuniones, anima a las personas y hasta las vuelve desinhibidas. Hoy quiero hacer una reflexión sobre los efectos contrarios y las secuelas que puede dejar en una persona y su entorno. Aclaro que no crítico, ni juzgo a quien gusta de tomar unas copas el fin de semana o de manera ocasional, es una crítica constructiva con el afán de despertar la conciencia y ayudar a quienes están en conflicto con ésta situación.
El alcohol NO es un artículo hecho para estimular el buen humor, en realidad es una sustancia depresora, que una vez que se ingiere, pasa por el sistema digestivo, segundos después se introduce al torrente sanguíneo e intoxica al cerebro, retardando su funcionamiento, como una manera de anestesia, por decirlo así; luego adormece la zona que guarda la información sobre las restricciones, haciendo sentir a la persona libre de ataduras y relajada, al mismo tiempo, va disminuyendo su capacidad intelectual, sus reflejos, su memoria y su razonamiento, como lo explica el autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez en una de sus obras.
Describe los efectos en el organismo, cuando se toma una buena medida, el alcohol deprime el cerebelo afectando el equilibrio. En cantidades mayores, ataca y anestesia el bulbo raquídeo que es quien regula funciones vitales como la respiración y el corazón. Muchas personas mueren por una ingesta excesiva que les ocasiona un paro cardiorrespiratorio. Por otro lado, el alcohol va matando neuronas en su consumo, generando pérdida de intelecto gradualmente. El organismo se va adaptando con el paso del tiempo, hasta producir una dependencia, que en el peor de los casos, deriva en un cáncer, cirrosis hepática, úlcera gástrica y por supuesto, problemas laborales, económicos y familiares.
El mismo autor define que el alcoholismo se puede dar por etapas, que el proceso es lento o veloz. Primero se comienza como un bebedor social, o sea tomando en reuniones o con amigos, la segunda etapa se da cuando ya se ha experimentado la sensación de bienestar y se convierte en un bebedor de alivio, es decir, una persona que busca tomar a solas para sentir consuelo, relajarse y aligerar sus presiones. De esa etapa a la siguiente, basta un paso, cuando se adquiere tolerancia para beber en grandes cantidades y convertirse en un gran bebedor, o sea, alguien que puede tomar mucho sin marearse y sentirse orgulloso de controlar el alcohol a su antojo.
El autor advierte, que el ser un gran bebedor es la antesala del alcoholismo, que la línea que divide estas dos fases es tan delgada, tan fina, casi invisible como para saber en que momento termina una y comienza la otra. Nadie está exento del riesgo de caer. No depende de tu fuerza de voluntad, sino de confiarse. El alcohol va apoderándose de tu organismo, vela como una mascota agradable, se alimenta y te traiciona cuando menos lo esperas hasta lograr su objetivo de matarte.
El alcoholismo no es una enfermedad que se cura, se controla, se domina, pero hay que estar vigilante todo el tiempo, es como un animal, una fiera, un monstruo que permanece dormido en tu interior, esperando el momento de despertar y ser liberado nuevamente ya con mayor fuerza, imposible de vencer, cavando con tu vida y lastimando a quienes te rodean. Por eso, se debe estar consciente de forma casi permanente y sobre todo pedir la ayuda del creador, ya que humanamente esto no es posible, se necesita la intervención divina para tener la fuerza suficiente para lograrlo.
Al principio comenté, que éste mes era significativo para mí respecto a éste tema, ya que en estas fechas hace 10 años hice una pacto con Dios para dejar de tomar alcohol, porque era una persona que estaba a punto de cruzar esa línea entre un gran bebedor y un alcohólico y perder logros y familia, pero gracias a su infinita misericordia, a su Gracia sublime e inmensurable, es Él quien me da fortalezas y me ayuda a cumplirlo. Recuerdo que hubo un versículo que impacto mi vida después de un fuerte episodio en mi vida que me hizo reflexionar y cambiar radicalmente en relación al alcohol, y se encuentra en el libro de Efesios capítulo 5: 18 “No te embriagues con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu Santo.” Así que, si estas en esta situación o tienes un familiar que está pasando por esto, yo te animo a que busques con todo el corazón la intervención de Dios y la ayuda de alguien que lo haya logrado. Si se puede.
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