AMLO, un tigre… pero de papel: Chucho Ortega

A mediados del siglo pasado, en plena Guerra Fría, Estados Unidos surgía como el gran vencedor en la Segunda Guerra Mundial; su economía se consolidaba como la más fuerte del mundo; sus empresas transnacionales se instalaban en los cinco continentes; el dólar se convertía en la moneda mundial, y desde sus bases militares, situadas en todas las latitudes, surcaban las temibles naves con las que los gobernantes estadunidenses amenazaban a todos los países, especialmente a aquellos que osaban oponerse a sus pretensiones de dominio económico e ideológico. En 1956, Mao Tse-Tung, líder de la República Popular China, utilizó la expresión de que EU era un “tigre de papel”. Con esta frase, Mao pretendía convencer a sus compatriotas y a millones de sus seguidores en el mundo de que el “imperialismo yanqui” no era tan poderoso como aparentaba y que, en realidad, su fortaleza no era más que una ficción, una mentira. “Es un tigre de papel. Mirado por fuera parece un tigre, pero está hecho de papel y no aguanta un golpe de viento y lluvia”. “El tigre de papel” se hizo famoso en todo el mundo y en cada manifestación antiimperialista, antiestadunidense, que se llevara a cabo, en cualquier ciudad de cualquier parte del mundo, aparecían los jóvenes, los trabajadores y todos aquellos que protestaban por la injerencia y la imposición, portando enormes carteles con la imagen de un tigre imponente, gigantesco, feroz… pero de papel. Varios “tigres de papel” hay a lo largo de la historia y con seguridad seguirán apareciendo. Son ejércitos, naciones, hombres, que, en su afán de poder y de dominio, agreden, atemorizan, amenazan con violencia, pero son, en más de las ocasiones, de papel, y son muchas las demostraciones de ello. Pero una de estas evidencias, la más clara quizá, es aquella foto que recorrió el mundo y en la cual el personal de la embajada estadunidense en Saigón abandona el edificio, abordando en tropel, con pánico y desesperación, el último helicóptero del poderoso ejército invasor. ¡El poderoso tigre sí fue de papel! Guardando toda proporción, ahora mismo uno de los candidatos presidenciales, con el rictus de la rabia en su rostro, amenaza a todo el país con hacer estallar el odio y la violencia sino no es el próximo presidente. Esta grave intimidación ha sido expuesta por el profeta ridículo, es decir, por López Obrador, mediante la analogía, no de un dragón —según el Apocalipsis—, sino de un tigre, que, suelto, libre de ataduras, causará enormes daños, destrozos, caos. Si no soy el Presidente —nos ha dicho este candidato—, aténganse a las consecuencias, porque soltaré el tigre y entonces: ¡Ay de ustedes! Con esa desfachatez, López Obrador desprecia a los ciudadanos; intenta amedrentar a quienes no simpatizan con su candidatura, pero también desafía a quienes, simpatizando en un principio con él, están cambiando de opinión. Según López Obrador, las elecciones del ya muy próximo 1 de julio no tienen sentido alguno, porque —según la grotesca profecía que difunde— él deberá ser el próximo presidente. Habrá quienes se dejen intimidar; habrá quienes, desde el INE, con el pánico reflejado en sus rostros, resultan incapaces, siquiera, de amonestar al bravucón; habrá, en el gobierno federal, quienes, empavorecidos, le envían mensajes de rendición al fanfarrón. Mientras él, socarronamente, acaricia, lenta, suave, pausadamente, la cabeza del tigre. Pero éstos, enceguecidos por su cobardía, no se han dado cuenta de que el tigre es… de papel; que les está engañando; que no es cierto que la gente se haya dejado encadenar; que no es verdad que la gente le vaya a seguir en su locura de odio y violencia. Los demás —la inmensa mayoría de los electores— no nos dejaremos intimidar. Iremos a las urnas para decidir con nuestro voto quién será el presidente y sé que la razón se impondrá al temor.

(Jesús Ortega Martínez / Excélsior / Artículo / 12 de Junio, 2018)