Andrés el incomprendido

Parajoda cuatrapeada: la 4T también tiene su región cuatro

Uno de los factores que permitió al PRI permanecer varias décadas en el poder, fue la existencia de un funcional mecanismo de comunicación política que permitía, salvo sus deshonrosas excepciones, que los principales actores del sistema entendieran el papel que debían desempeñar, se privilegiaban los equilibrios de los distintos sectores.

Para ello, era indispensable tener conocimientos básicos del quehacer político, no había mucho lugar para los improvisados, además, la columna política era una correa de trasmisión que permitía la retroalimentación entre todo el entramado administrativo.

No sobra decir que el presidente López Obrador se formó en dicha escuela, lo que si se suma a su personal intuición, lo hace un maestro en el manejo del lenguaje cifrado.

Sin embargo, en su entorno hay muchos outsiders (por no decirles imberbes), que nada más no captan los mensajes del patrón, lo que da al traste con la unidad del (pretendido) trasformador movimiento, digamos que en ocasiones el tabasqueño predica en el desierto.

En este contexto, al mandatario le urge replantear las estrategias de comunicación política para con sus subordinados (y con los medios), porque de seguir bajo la misma tesitura, no habrá forma de construir el espíritu de cuerpo necesario para guiar la nave a buen puerto. Tiene muchos marineros de agua dulce que se ahogan en su propio candor.