Campañas electorales
Escucho el bramido de machos alfa tras el olor electoral. Observo un festival de insensateces y truculencias partidistas. Les urge levantar el ánimo de los votantes, objetivo inmediato de los desteñidos mensajes de campaña.
A poco más de un mes del día de la jornada electoral local, poco se ha escuchado de las propuestas relevantes de alcance estatal, por parte de los candidatos a gobernador. Parece que no las traen todas consigo, sobre todo porque tienen sequía de dinero para hacer promesas que, si bien nunca cumplen, al menos sirven para endulzar los oídos de los votantes. Sin dinero, sin ideas, sin imaginación, sin despensas, sin programas sociales de uso electoral, sin láminas, electrodomésticos o cemento que repartir, las campañas se reducirán al acostumbrado intercambio de insultos mezquinos y acusaciones simplonas, una alharaca caracterizada por denuncias mañaneras de las dirigencias partidistas y candidatos, y mediocres consignas divulgadas por videograbaciones, facebook, sms, WhatsAap y correo electrónico. Se avecina una tormenta estatal electoral que dejará daños por todos lados, conformándonos con que no nos sigan aplastando a los abajo que ya tenemos suficiente con el terrible naufragio financiero. Se llevaron todo. Las arcas están vacías, les han dicho a maestros, pensionados, Universidad Veracruzana, Ayuntamientos, constructores, servidores públicos, músicos, y un largo etcétera.
Por ahora, los dirigentes políticos se entretienen llevando el conteo de las deserciones, reales o supuestas, de travestidos políticos procedentes de partidos adversarios (el cinismo no conoce fronteras, y las dentelladas del hambre son enormes), y también a retratar a los contrarios con trazos burdos; el argumento más socorrido y repetido es aquel de “vota por nosotros que somos menos corruptos que los demás”, o bien “vota por mí porque la gente dice que soy el bueno”. Y como la ley prohíbe las inauguraciones de obras, tendremos siete semanas de reality show sobreactuado, confusión vocinglera, frases y poses de laboratorio, rostros con sonrisas falsas que tienen como único propósito atraer la atención del eventual elector para que vote con el estómago.
El carnaval de la democracia veracruzana ha devenido en desperdicio de dinero, tiempo, y esfuerzo, tratando de motivar a los ciudadanos para que voten por alguien ajeno a las necesidades reales de la población, postulado con artilugios por una camarilla partidaria, y que intenta ser la única forma de sacudir el hastío por la política y los políticos. Los partidos antiguos han renunciado a las razones propias que les daban identidad, se han desdibujado, y andan a la pepena de votos, vengan de donde vengan. El PAN, en busca del voto de castigo contra la incompetencia del actual gobierno frente a la inseguridad, la crisis social, y el despilfarro presupuestal, y el PRI, situado a la defensiva, no encuentra mejor antídoto que llamar “corruptos” a sus contrincantes electorales. El PRD, lo que queda del PRD después de la aparición de MORENA, semeja una pipa de doble remolque que derrapó y sufrió una volcadura. Cierto que todas las campañas políticas se mueven en el terreno de la exageración emotiva, el griterío y el maniqueísmo, pero la degradación de la política veracruzana ha llevado a la confrontación electoral por un desfiladero de simplismo exagerado que ofende la inteligencia colectiva. Antes, los candidatos, aunque fuera por disimular, adornaban sus discursos con alguna oferta mínima, ahora ya no lo consideran oportuno, saben que no la cumplirán y, además, ya no arrancan aplausos de los escépticos acarreados.
La confrontación de barriada quizás sea la única forma de mover a la opinión pública, decepcionada, pesimista, cada vez más distante de las urnas, contribuyendo al incremento del alto índice de abstención. Resulta lamentable que el tiempo de la cortesía política se haya ido para no volver; primero con los fuegos artificiales de la retórica hueca, demagógica, después con la feria de la propaganda ilusoria, y ahora con los escándalos y las bajezas de peleoneros en el lodazal político.
Todavía hay pelea, todavía hay barullo, todavía hay calvario. ¡Qué cruz, señor, qué cruz! En todo caso la confrontación electoral es un estira y afloja en el que confluyen los arrebatos y los alardes. De confirmarse las últimas encuestas, el techo de Miguel Ángel Yunes Linares alcanza el piso superior, mientras que no es seguro cuan hondo es el subsuelo de los otros candidatos.
Lo demás es algarabía improductiva, cháchara vocinglera, sainete con un actor protagónico, otro de reparto, y varios de tercera que fingen hacer campaña
Los piafantes machos alfa continúan tras el olor electoral. Para ellos la normalidad es el insulto, la diatriba, el dicterio. Quedan siete semanas… y se acaba la diversión.