COATEPEC, OTRA VEZ EN EL EPICENTRO DE LA VIOLENCIA

Coatepec comenzó a darle fuertes dolores de cabeza al gobierno estatal desde la época en que desgobernaba Javier Duarte de Ochoa.
Cuando Arturo Bermúdez Zurita se enteró que los policías que estaban coludidos con los “Zetas”, y que fueron corridos de la Secretaría de Seguridad Pública, ya estaban “trabajando” en la policía municipal de Coatepec, de inmediato se le prendieron los focos rojos.
Lo peor: el entonces alcalde Roberto Pérez Moreno había nombrado como jefe de esos malandros con uniforme a Juan Carlos Novoa Torres.
Bermúdez Zurita citó a Pérez Moreno en las oficinas de la secretaría de Seguridad Pública.
-¿Ya viste a quién pusiste de Comandante, alcalde?
-Pues a quién más, a un extraordinario elemento, a quien tú tuviste bajo tu mando y te rindió excelentes resultados.
-¡Qué buenos resultados ni qué ocho cuartos! Y entonces Arturo le detalló el negro expediente de Novoa. De entrada, Bermúdez le contó a “Juanelo” -que así le dicen a ese nauseabundo personaje-, de cuando Novoa se le puso al brinco cuando le descubrió sus nexos con los de la última letra del abecedario.
-Ah, pues no sabía Secretario… pero lo voy a checar
-Pero no tienes nada qué checar, ¡córrelo!
Y pasaron los días, las semanas, y Roberto no corrió a Novoa. Al contrario, más lo empoderó.
Fue por esas épocas que aumentaron los levantones, los cobros de derecho de piso, las extorsiones, los secuestros, robos, asaltos, ejecuciones.
Y aconteció que en el verano de 2014, fue asesinado el Tesorero del Ayuntamiento de Coatepec, Guillermo Pozos Rivera. Lo levantaron frente al Palacio Municipal. En el trayecto lo fueron golpeando en la cabeza y en diferentes partes del cuerpo. Al final, aventaron el cuerpo en zona rural y despoblada.
De inmediato, Arturo Bermúdez pensó: fue Novoa y su gente.
Una tarde-noche, un grupo de uniformados literalmente “levantó” a Novoa, y –dicen- se lo habrían entregado a los malosos para que lo desaparecieran. Hasta la fecha, nada se sabe de Novoa.
Muchos fueron los móviles del asesinato del Tesorero. Pero en resumen: Pozos Rivera les estorbaba.
Pozos Rivera había estado en el Orfis. Traía la escuelita de la correcta aplicación del gasto. Todo debía estar documentado, todo debía estar sustentado.
Pero cuando de repente vio que el alcalde le pedía lana a cada rato y sin soporte, pues comenzó a cuestionar, comenzó a oponerse.
Más preocupado se puso Pozos Rivera cuando vio que en nómina sólo había unos 50 policías, y poco más de 40 nomás no cobraban en la nómina del Ayuntamiento. Llamó a Novoa. “A ver, explícame esto”. Y Novoa lo mandó a la chingada. “Yo sólo cumplo órdenes del alcalde, y hazle como quieras, pendejo”.
Luego, Pozos Rivera vio una rara licitación de patrullas. Pero pese a sus observaciones, nada pasó. Lo mandaron por un tubo.
Luego, un mal día, habría recibido la instrucción de pagar una “cuota” a un presunto grupo delictivo. “Págalo o nos quiebran”. “Pero cómo justificamos esto?”.
Pozos Rivera les estorbaba. Por eso es que cuando el comandante policíaco sugirió darle “piso”, no hubo nadie, ni el Jefe, que lo detuviera. Y el asesinato se consumó.
El “hubiera” no existe. Pero si Pozos Rivera no hubiera acudido con Fidel Herrera, para que éste a su vez lo recomendara con “Juanelo”, tal vez por estos días estaría vivo.
Era 2013. A meses de que Pérez Moreno asumiera la presidencia municipal.
Habla Fidel por teléfono:
-Juanelo, ¿cómo estás?
-Bien Maestro, qué gusto saludarte.
-Oye, hermano, ¿ya tienes Tesorero?
-No, Fidel, para nada. Ordéname.
-Mira, aquí está conmigo Guillermo Pozos Rivera. Creo que lo conoces…
-Sí Fidel, claro que lo conozco, trabajamos juntos, es buen elemento.
-Te lo encargo, hermano.
-Dalo por hecho. Lo voy a incorporar a esa posición.
Guillermo llevaba meses, mucho más, sin chamba. Francamente estaba desesperado. Nunca fue un funcionario que le metiera la mano al cajón. Salvo pequeños pecadillos, en términos generales era un servidor público muy escrupuloso en el manejo de los dineros públicos. Mientras tenía chamba, vivía bien, pero en la “banca” sufría las de Caín.
Pero Roberto Pérez Moreno mintió. Cuando Fidel le preguntó si tenía Tesorero, en verdad ya tenía a alguien para esa posición, un amigo al que “Juanelo” tuvo que nombrarlo como Contralor Municipal a manera de premio de consolación.
Por eso es que Juanelo nunca quiso a Memo. Lo veía ajeno. Lo veía como producto de una imposición. No le tenía confianza.
Luego vino todo lo que muchos ya sabemos: Juanelo anduvo mucho tiempo de “pelada”, hasta que finalmente “la libra”. Supuestamente no hubo pruebas en su contra.
Parte clave de esta “exoneración” de “Juanelo” y sus compinches, fue la viuda de Memo. Con el tiempo, y como es natural, ella re hizo su vida, y procuró ya no involucrarse en el tema. Testimonios que pudieron ser claves, ya no fueron declarados ante la autoridad. Ella sabía mucho, porque seguramente su entonces cónyuge le confiaba los problemas que tenía en el ámbito laboral, y si temía por su vida, o quién intentaba hacerle daño, por citar a manera de ejemplos.
Pero volviendo a Coatepec, bien dicen que quien no conozca la historia, corre el riesgo de repetirla.
Y es que en la ciudad cafetalera, corren nuevos vientos de zozobra. Hace unos días, hubo una arbitraria detención de comerciantes fijos y semifijos. Con lujo de violencia, los uniformados subieron a las patrullas a los indefensos vendedores. Los policías argumentaron que los “rijosos” portaban cuchillos y machetes. Nada más falso.
Pero ese episodio, sirvió para que algunos ciudadanos se cuestionaran. Y bueno, ¿quién es el jefe o los jefes de estos gorilas vestidos con uniforme?
Nos comentan que, de entrada, al director de Seguridad Pública de Coatepec, Mauricio Rafael Sosa García, de 42 años de edad, le precede una mala fama.
Allá por noviembre de 2006, Sosa García causó alta como elemento de la SSP, adscrito al centro de respuesta coordinada, con funciones como informador político en la delegación de San Rafael, debido a sus vínculos familiares con el entonces titular de la subsecretaría de Seguridad Pública “A”, Carlos Francisco Mora Domínguez.
Aun cuando nació en Acayucan, la familia de Sosa García es originaria de La Reforma, congregación de Alto Lucero, teniendo vínculos familiares con Jorge Rafael Sosa Soto quien fue asesinado el 13/10/2012 en las instalaciones de la ganadera ILANG ILANG, por un sujeto no identificado.
Sosa Soto, fue identificado como uno de los principales operadores de la delincuencia organizada, en la zona de Alto Lucero y Xalapa, vinculado con la célula de (a) “Charly” y (a) “Amarillo”, jefes regionales de los Zetas en esas fechas. Asimismo, Rafael Sosa tuvo tres hijos quienes cuentan con antecedentes delictivos.
Sosa García es además sobrino de Bernardo Domínguez Zárate, ex alcalde de Alto Lucero y ex director del Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz.
En 2010, Sosa García fue señalado de presuntamente hacer mal uso de la información que manejaba y que obtenía a través de Plataforma México, para intereses personales, ya que, por su facilidad de convencimiento con las personas de rango, logró que el subsecretario en turno le autorizara tener privilegios de acceso a dicha información, sin que cumpliera con los requisitos establecidos (no acreditar la evaluación de control de confianza).
En 2018, durante el proceso electoral de ese año, habría obligado a personal de diversos departamentos de la subsecretaría operativa y área de captura de Plataforma México, a realizar acciones de proselitismo a favor del partido acción nacional (PAN), lo anterior, derivado de su cercanía con Jaime Ignacio Téllez Marié (ex Secretario de Seguridad Pública). La cercanía con Téllez Marié, derivó de la nula relación que existía entre el Subsecretario de Operaciones y el Secretario de Seguridad Pública, por lo que logró insertarse en el círculo cercano a este último. Esto le permitió tener acercamientos con el ex Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. Gracias a esto obtuvo el control de algunas áreas de la secretaría, principalmente de la subsecretaría en mención, posicionándose como secretario particular.
Pero regresando al tema de la comandancia en Coatepec, se supone que la policía municipal tiene 120 elementos aunque a 40 nadie los conoce.
Y de los 80 elementos que sí trabajan y están plenamente identificados, no todos están maleados, pues nos comentan que hay una especie de rebelión contra los mandos medios, encabezados por Rubén Santos Báez, alias “Galleta” y Allan Neztali Contreras Rodríguez, alias “El Gato”, por el presunto contubernio con la malandrada.
Se habla de desapariciones, levantones, cobros de piso, todo ellos lamentablemente en su apogeo en el Pueblo Mágico.
La prueba de la desconfianza que les tienen en la Secretaría de Seguridad Pública Estatal a la policía municipal de Coatepec fue en el reciente operativo en que detuvieron a una pandilla de 15 personas en el centro de Coatepec.
Ni siquiera se enteraron los policías municipales de dicho operativo, al grado de que no participaron.
Por cierto, ya es hora que le pongan logotipo a una camioneta blanca que usan para extorsionar y levantar a la población civil. Inaudito que en dicho vehículo además trasladen a Mauricio Sosa a su domicilio particular.
Pero de los excesos, también participa el alcalde de Coatepec.
Nos cuentan un episodio:
El salón de actos ya estaba lleno, muchas personas habían esperado más de una hora. Por fin llegaba el presidente municipal para presidir el acto. Con un andar cadencioso se abrió paso por la multitud sin saludar. Subió al estrado, le acercaron una botella de agua, la abrió y sorbió unos tragos, como una diva. Los fotógrafos, listos para enfocarlo. Después de eso, se levantó y se retiró. Una persona del público le gritó que se pusiera a trabajar. Enrique Fernández Peredo lo miró de reojo. Algo musitó a uno de sus cinco guardaespaldas. Por la tarde, ese ciudadano ya estaba encarcelado por alteración del orden público.
Los abusos en la administración municipal y en la dirección municipal de “seguridad” pública están a la orden del día. Las mujeres policías sufren constantes abusos de sus jefes. A veces las tablean si no acceden a los caprichos de sus superiores. A otros elementos que se insubordinan, los amenazan con que los malandros los van a “levantar”.
El terror policíaco es también aplicado en contra de ediles que pretendan salirse del “huacal”.
En el inicio de la presente gestión municipal, fue “levantado” el esposo de una regidora, quien había cuestionado la cuenta pública. Luego de que “apareció” su cónyuge, la edil jamás volvió a exigir transparencia en la rendición de cuentas.
El ambiente es tenso al interior del cuerpo edilicio. Siempre hay la amenaza velada desde la superioridad de que quien se inconforme, “lo van a levantar”.
Varios regidores que cuestionaban decidieron callar y llevársela por la buena.