De eso que llamamos perspectiva de género

Por Estela Casados González

Es una de las frases más traídas y llevadas entre quienes trabajamos a favor de los derechos de las mujeres, también en los discursos oficiales emanados del personal de las instancias gubernamentales, en los medios de comunicación, programas federales, entre otros muchos ámbitos.
Significa todo y nada. Por lo regular luce como un concepto vacío que cada quien traduce como quiere y puede: mujeres, trabajo que se hace a favor de las mujeres y que discrimina a los hombres, que culpabiliza a los hombres, sobre mujeres violentadas, perversión de los valores y de las buenas costumbres, apología del imperio gay y la lista sigue.
Lo cierto es que hay mucha confusión y poca información sobre la historia y significado de este término tan popular hoy en día.
La primera ocasión en que se utilizó fue hace 22 años, en la Cuarta Conferencia sobre la Mujer celebrada en Beijíng en 1995. En ese evento de carácter internacional convocado por la Organización de las Naciones Unidas que contó con la asistencia y respaldo del Estado mexicano, la perspectiva de género fue definida como un elemento estratégico para promover la igualdad legal y política entre mujeres y hombres.
La Ley de Acceso de las Mujeres para una Vida Libre de Violencia para el estado de Veracruz emitida en 2008, establece que la perspectiva de género es una visión científica, analítica y política que propone eliminar la desigualdad, la injusticia y la jerarquización que existe entre mujeres y hombres. Promueve la igualdad, la equidad, así como el adelanto y el bienestar de las mujeres para que tengan el mismo valor que los hombres; para que haya igualdad de derechos y oportunidades.
Sin embargo, no podemos entender en qué consiste este elemento estratégico si ignoramos que el feminismo es el antecedente indiscutible de lo que hoy se nombra perspectiva de género. Su misión ha sido visibilizar que hemos normalizado la idea de que la diferencia sexual valida la desigualdad política, cultural y social entre hombres y mujeres.
La lucha de las feministas por el derecho al voto, a la educación, a vivir una vida libre de violencia, fue impulsada de tal manera que logró el respaldo de la ONU.
Regularmente se invisibiliza la gran aportación del feminismo a las políticas públicas a favor de más de la mitad de la ciudadanía, así como la manera en que ha formulado mecanismos estratégicos para exigir mejor calidad de vida para hombres y mujeres.
“No es que sea feminista o que esté a favor del feminismo, pero estoy a favor de los derechos de las mujeres”, es una frase común que pretende librar de cualquier escarnio social a quien la emite. Un mantra para desmarcarse, pero que exhibe un gran desconocimiento sobre el tema.
No hay nada de malo en no ser feminista, por cierto. En todo caso es contradictorio pronunciarse a favor del respeto a los derechos humanos de las mujeres desestimando lo que esta corriente política ha logrado para cambiar la legislación internacional a favor de las ciudadanas.
Confío en que paulatinamente la capacitación respecto al tema, los cursos informativos, así como los programas educativos universitarios sobre feminismo y estudios de género procuren la profesionalización en el tema y hagan la diferencia.
En este sentido, desde el mes de agosto de este año, la Universidad Veracruzana ha echado a andar la Maestría en Estudios de Género, la cual ha sido resultado del arduo trabajo del Centro de Estudios de Género de la Universidad pública más importante de nuestra entidad.
Constituye uno de los más sólidos esfuerzos a nivel regional y nacional, cuyo objetivo principal es profesionalizar de manera científica a quienes trabajan para implementar acciones a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, a favor del respeto a los derechos de las mujeres y de los ciudadanos.
Estamos ciertas en que abordarán sus tareas de manera más eficiente y productiva.