“Déjà vu” presidencial

“Nada nuevo bajo el sol” pudiera ser la frase proverbial para sintetizar lo mostrado por el presidente Andrés Manuel López Obrador este pasado domingo al presentar su Primer Informe de Gobierno al frente del Ejecutivo, Tercero para los miembros de la 4T, desde Palacio Nacional.

El origen de este proverbio se encontraría precisamente en la Biblia, en concreto en Eclesiastés (Capítulo 1, versículo 9), y se le atribuye al rey Salomón: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”.

Su traducción se sabe proviene del latín (nihil novum sub sole), y gira alrededor de la idea de que todo, o casi todo, tiene un precedente, la Historia se desarrolla de manera cíclica, repitiéndose cada cierto tiempo unos hitos concretos, que pueden transformarse en la forma, pero no en el fondo.

Incluso este concepto de que “nada es nuevo bajo el sol”, lo empleó en su momento el propio Miguel de Unamuno al referirse al casticismo, donde centró su preocupación acerca del porvenir histórico y político de la España del siglo XIX.

Esta misma frase se le ha atribuido a infinidad de personajes como Marco Tulio Cicerón, Abraham Lincoln, entre otros, para referirse a que “el pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.

Quizá es por ello, el “Déjà vu” presidencial, nos remontó a los años 70’s del siglo XX.

Tiempos aquellos en que Luis Echeverría Álvarez hablaba desde el Congreso para dirigirse a la nación, y dar su visión de una realidad que solo él y nada más que él creía.

Las consecuencias de esa variación en la percepción de la realidad, las conocemos todos, crisis, devaluaciones, estancamiento económico.

Hoy no estamos alejados de ese mismo escenario, el gobierno de la Cuarta Transformación habla de logros, que solo ellos, observan, cifras, números que nada tienen que ver con la realidad.

Para la 4T, desestimar es parte de su esencia, sin ese elemento, simplemente no existe justificación, ni mucho menos argumento.

Quizá por ello, desestiman datos de corte económico que sugieren la desaceleración de la economía mexicana, principalmente provenientes de instituciones como el INEGI y el Banco de México o de corporaciones de renombre como Bank of America, Moody’s o el mismo Fondo Monetario Internacional.

A su vez, la información del IMSS, respecto al crecimiento del empleo formal durante 2019 señala claramente que este se está desacelerando, pues al momento se tiene una tasa promedio del 2.7 por ciento cuando en 2018 fue de 4.1 por ciento, pero eso también hay que desestimarlo, la 4T tiene otras cifras.

De igual modo, cuando el INEGI reportó cero crecimiento en la economía en el segundo trimestre del año o cuando el Banco de México recortó a 0.7 por ciento su pronóstico de crecimiento de México para 2019. El presidente López Obrador afirmó “Vamos muy bien, muy distinto a lo que piensan los expertos”.

Los propios reporteros que le cubren la fuente recientemente le cuestionaron, sobre la caída en la producción de Pemex, el cual dejó de producir 189 mil barriles de crudo cuando se compara julio contra el mismo mes de 2018, ahí de nueva cuenta el presidente afirmó, “yo tengo otra información”.

Poner atención a la danza de sus cifras y números, cuando es evidente el desastre total al que en 9 meses han llevado a la economía, es simplemente dejarse llevar por el opiáceo aroma que representa la 4T.

Las consecuencias son notorias, 87 mil trabajadores sin empleo, desaceleración económica, pérdida de la confianza, baja en la inversión extranjera, desabasto total de medicamentos, robo de combustible ahora en pipas, ya no en huachicol, cero obras públicas, etc.

Por cierto, en el “Déjà vu” presidencial no podía faltar una exhibición de su concepción de autoritarismo, violentando el artículo 69 de la Constitución, presentó primero su informe a la nación que, al Congreso, algo nunca antes visto, pero que exhibe de cuerpo entero la filosofía de la 4T.

Al tiempo.

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