Del mundial

Nací en el año en que se celebró la décimo segunda edición de la Copa del Mundo, que tuvo como sede España y como Campeón a Italia; sin embargo para entonces yo tendría un mes cinco días, estaba más preocupada por comer, dormir y reconocer a mi familia, que por aprender de deportes.
Para el siguiente mundial ya estaba lista para, junto con mi hermano, coleccionar todo aquello que tuviera impresa la figura de Pique, la mascota de aquel encuentro, y cantar a todo pulmón “México 86, México 86 donde se vive la emoción, México 86, México 86 el mundo unido por un balón. Cantemos de alegría en un campo de amistad, al juego que nos une buscando sólo paz, pintemos de colores las nubes que al pasar miran con grandes letras en México el mundial…”.
Fue así como a la edad de cuatro años supe que el deporte siempre invita a la unión, inculca valores como el respeto por el prójimo, la honestidad, perseverancia; coadyuva en la formación de la disciplina, fomenta la amistad y, sobre todo, tanto por los juegos olímpicos como por el mundial, siempre he pensado que el deporte incita a la paz.
El pasado domingo, desde Tehuacán, Puebla, tuve la oportunidad de ver el partido entre México y Alemania. La sorpresa del gol de Hirving Lozano que dio el triunfo a nuestro País invadió a chicos y grandes de alegría y la celebración se hizo presente; sin embargo dejamos evidencia de que nos enseñaron a perder pero no a ganar, bastó un partido para hacer a un lado la humildad como mexicanos pero, sobre todo el respeto por nuestro contrincante.
Mientras que Alemania nos honraba izando nuestro lábaro, hubo mexicanos que le faltaron el respeto al símbolo teutón mientras simulaban tener relaciones sexuales con dicha Bandera o, en el caso de los radicados en Tijuana, prendiéndole fuego.
¿En verdad es para eso que queremos ver jugar a la Selección Mexicana? Históricamente nuestros compatriotas se han caracterizado por crear destrozos y dar la nota en cada Mundial. Sólo en el mundial de Rusia, además de sacar el cobre después del partido, en Moscú ya hay tres mexicanos detenidos por robo, los atributos de Zague circulan por las redes, la Selección participó deuna polémica fiesta, la Comisión Disciplinaria de la FIFA multó a la Federación Mexicana de Futbol con más de 200,000 pesos en consecuencia de los gritos, insultos, y cantos discriminatorios durante la primera mitad del partido del pasado domingo. Por otra parte no podemos olvidar cuando en el mundial de Francia, en 1998, un compatriota hizo pipí sobre el Fuego eterno de los mártires franceses y apagó la llama que permanecía encendida desde 1921; en el 2002, un mexicano presionó por primera vez en la historia el botón rojo de emergencia del tren bala de Japón, acudiendo al “auxilio” todas las autoridades para percatarse de que era una broma; el gobierno Sudafricano se ofendió en 2010 cuando un mexicano puso un sombrero de charro a la estatua de Nelson Mandela… y nos seguimos preguntando por qué internacionalmente tenemos tan mala imagen y se cree que vivimos en el subdesarrollo.
Porque si eso fuera poco, no sólo se atentó contra los símbolos de identidad de otras naciones, sino que hubo quienes tuvieron a mal alterar nuestra bandera con mensajes alusivos a las campañas políticas.
Cuánto nos falta por aprender a respetar, tolerar, a sentirnos orgullosos de ser mexicanos y comportarnos a la altura.
Muchas de esas acciones pudieron tener repercusiones no sólo para la persona, sino para las naciones implicadas, pero parece que la lección nunca nos es suficiente y repetimos los errores una y otra vez.
El 13 de junio recibimos la noticia de que México será por tercera ocasión sede del Mundial. En 2026, por primera vez, el evento se realizará de manera simultánea en tres Países: México, Estados Unidos y Canadá. ¿Será acaso que para entonces hayamos elevado nuestro nivel de vida, cultural y educativo como nación?, ¿sabremos comportarnos a la altura de dicho evento?
Tal vez es momento de reflexionar qué haríamos si un extranjero viene a cortar las alas de nuestro Ángel de la Independencia, a ponerle bigotes y sombreros a las cabezas olmecas, se avienta desde la terraza del Castillo de Chapultepec, raya el Monumento a la Revolución, altera alguna de las obras de los muralistas, borra las cejas de Frida Kahlo, o se orina en la Rotonda de las Personas Ilustres…
Quizá es tiempo de recordarnos como nación la premisa de no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros, dar todo como nación para reivindicarnos, ganar en 2018 y comenzar a prepararnos para recibir a las selecciones y aficionados.