DESPUÉS DE LA MUERTE, QUÉ MÁS?

En días pasados, se celebró una vez más, una gran tradición en México, la cual consiste recordar a las personas han fallecido, donde la familia hace honor a los seres que se han adelantado en el camino, muchas veces por razones naturales y otras no, pero al final, todas las ausencias duelen, se sienten, se hacen difíciles de pasar. También son días de mucha nostalgia, sentimientos encontrados, ya que por un lado están los recuerdos de palabras que no se dijeron, abrazos que no se dieron, heridas que no cerraron; al mismo tiempo que se recuerdan momentos inolvidables, sonrisas, lágrimas de felicidad, frases llenas amor, miradas cargadas de ternura.

También es un tiempo para hacer una reflexión, sobre el hecho de vivir con el recuerdo de esas personas que ya no se encuentran con nosotros, pero que nos han dejado su legado, su amor, su ejemplo, el cual se honra en la memoria, manteniendo la esperanza de que algún día podamos estar nuevamente juntos, en otra vida, la vida eterna, al cual es una de las promesas más hermosas que nos ha hecho Dios, porque muere el cuerpo más no el alma.

Es difícil creer y aceptar éste hecho, de que la vida en este mundo es sólo pasajera y yo agregaría demasiado efímera, por eso hay que vivir tratando de ser la mejor persona posible, buscando cumplir el propósito divino para el cual Dios nos ha permitido vivir en este preciso instante. Si usted no lo ha descubierto aún, entonces pregúnteselo a Él, para que un día podamos decir como el apóstol Pablo en el libro de Filipenses 1 versículo 21 donde declara: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Uno de mis anhelos, es que cuando llegué el día de mi muerte y me encuentre frente a Dios, Él pueda recibirme en su gloria, mirándome a los ojos y decirme, siervo fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré, en otras palabras: misión cumplida.

Hoy podemos vivir con la certeza y en la confianza, de que al morir en este mundo, tendremos acceso a una vida eterna, en lugares celestiales junto a Dios, el creador y dador de vida, quien nos recibirá con los brazos abiertos, con lazos de amor, con todo el amor de padre, por su gracia y su infinita misericordia, manifestada en el sacrificio de Jesús en la cruz. No debemos sentir tristeza porque un día llegará nuestra muerte o la de nuestros seres amados, sino por el contrario, tendremos el gozo de regresar al hogar, estar juntos nuevamente, ante la presencia de Dios.

Por último, le comparto esta declaración de gran gozo y paz que sólo Dios nos puede dar. Tal como lo expresa el hermoso himno de la iglesia cristiana “cuando allá se pase lista” que dice a cerca de lo que sucederá cuando lleguemos al reino de los cielos, al hogar celestial y hoy quiero compartir una pequeña parte con usted: Trabajemos por el maestro, desde el alba al vislumbrar; siempre hablemos de su amor y fiel bondad. Cuando todo aquí fenezca y nuestra obra cese ya, y que sea pasada lista, allí he de estar. En aquel día sin nieblas, en que muerte ya no habrá, y su gloria el Salvador impartirá. Cuando los llamados entren a su celestial hogar, y que sea pasada lista allí he de estar. Cuando allá se pase lista, cuando allá se pase lista, cuando allá se pase lista, a mi nombre yo feliz responderé.