El consejo de un guía

A lo largo de nuestra vida, vamos creciendo, aprendiendo, madurando poco a poco; nuestro carácter se va forjando día a día, tomamos decisiones en base a experiencias vividas, adquiridas o aprendidas, muchas veces por ejemplo de otras personas que fueron narradas, contadas, comentadas que nos sirven como referencia. Y hoy quiero hacer una reflexión sobre éste hecho, de recibir la guía, la ayuda, el buen consejo de alguien significativo en nuestra vida.

La mayoría de esas experiencias, vivencias, que son contadas a manera de consejo de una persona a otra, llevan o tienen la intención de prepararnos, orientarnos, ponernos sobre aviso o ejemplificar una situación o circunstancia que se puede presentar, como tienen por costumbre decir los padres a los hijos: yo ya pasé por eso, yo viví algo parecido, no quiero que pases por lo mismo, te lo digo para que no caigas en la misma situación, o hay una que me encanta que utilizan para advertir que no puedes engañar a los padres “cuando tú vas, yo ya vengo”. En teoría, lo padres deben ser los encargados de hacer esta tarea como guía, aunque en algunas familias también los abuelos o los tíos suelen ser quienes nos platican, aconsejan o nos orientan.

Definitivamente en la etapa de la niñez, pubertad, adolescencia y juventud, es muy importante, necesario, útil, el consejo de alguien para la toma de decisiones, para hacer o no hacer ciertas cosas. Nos ayudan a normar nuestra conducta y a prepararte para el futuro.

Pero ¿qué pasa cuando una persona se convierte en adulto? también es necesario contar con una o más personas que nos sigan dando consejos o en algunos casos nos redarguyan, al autor Jim George en su libro un hombre conforme al corazón de Dios menciona que se debe estar dispuesto a recibir instrucción, si quiere crecer es necesario que nos transformemos en oyentes, en alumnos, en discípulos, que nos dejemos aconsejar, enseñar, guiar. Una de las mejores formas de aprender es encontrar a alguien que le ayude a ir arriba y adelante en pos de la madurez.

A través de los años me he encontrado con diferentes personas que me han ayudado a madurar. ¡Tengo una enorme deuda con ellos! Y así, crecí hasta el punto de comenzar a escribir, de dar pláticas, conferencias, de organizar reuniones de personas o solo varones para estudiar la palabra de Dios, a compartir experiencias, orar unos por otros.

La Biblia nos alienta con fuerza a personas como usted y yo a participar en el discipulado o ser guiado, es decir, orientado. Un ejemplo se encuentra en la segunda carta a Timoteo capítulo 2 versículo 2, donde Pablo exhortó a sus discípulos diciéndoles: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.

El mejor consejo viene de Dios, el cual se haya en su bendita palabra, la que contiene tanta sabiduría, la cual está a nuestro alcance y disposición. Yo lo exhortó como lo hiciere Pablo a que invierta un tiempo con Dios y no prefiera gastarlo en sus propios placeres, para alcanzar un crecimiento espiritual. Sé que no es fácil, pero puede empezar por preguntarse esto: ¿Estoy prefiriendo al mundo por sobre Dios y su palabra? ¿Estoy prefiriendo las diversiones al punto de no dejar tiempo para estudiar la palabra de Dios? Yo lo animo a que invite al Señor a que le ayude a tomar sus decisiones y recibirá sus bendiciones.