El derecho al desacuerdo

Por Yadira Hidalgo
Mucho se ha hablado ya de cómo las actrices de Hollywood han visibilizado el acoso sexual y la desigualdad de trato laboral en la industria cinematográfica y amplio debate se ha armado con la respuesta de las francesas a dicho movimiento con un texto que se pronuncia por el “derecho a importunar” de los varones, en el que además han denunciado un puritanismo proveniente del movimiento feminista estadounidense, que parece asustarse con los alcances de la sexualidad femenina y victimiza a las mujeres mientras que a todos los hombres los percibe como victimarios en potencia.
Jamás en las redes sociales habían estado tantos hombres de acuerdo con Martha Lamas, creo que muchos de ellos ni la conocían, o tal vez, al saber que era una connotada feminista mexicana, de inmediato desecharon siquiera asomarse a la amplia literatura que ella ha creado. Pero dijo muchas cosas en las que ellos estuvieron de acuerdo y ahora cuenta con un amplio sector masculino que aplaude que una feminista diga seriamente y en un debate público transmitido en cadena nacional, “pero no todos los hombres y tampoco todas las mujeres”.
Nuestra incapacidad para debatir comienza con polarizar. Sí o no, blanco o negro, buenas y malas. Es la salida más fácil a cualquier debate junto con el uso de palabras despreciativas para descalificar a las que no están de acuerdo con lo que el otro grupo piensa: puritanas, lloronas, victorianas, patriarcales, victimistas y otras tantas que se han empleado en este polémica. Analizar los matices requiere de paciencia y compromiso para establecer un diálogo respetuoso entre las partes que debaten, además de madurez y solidez argumentativa; así como de espacios adecuados; y no, las redes sociales no lo son.
Con el auge del Facebook y el Twitter, cualquiera se cree polemista. Si bien las plataformas nos ayudan a colocar ideas e intercambiar puntos de vista; eso está muy lejos de la generación de un verdadero debate que conlleva aspectos que en las redes no se aprecian y que son indispensables para el intercambio de ideas a través del diálogo: tonos de voz, posturas corporales, gestos, miradas. En fin, que un intercambio de insultos por las redes no, no es un debate.
Sin embargo, lo interesante de todo esto es que se ha puesto el tema en la agenda pública. Gracias a estos acontecimientos muchas personas han analizado, en espacios mucho más adecuados, el tema del acoso sexual que experimentamos las mujeres a lo largo de nuestra vida. Eso ha sido un punto positivo y debe rescatarse. Leyendo con atención el manifiesto de las francesas encuentro que en ningún momento están haciendo apología de la violencia contra las mujeres o están disculpando del todo las conductas inapropiadas de los varones. El problema es que el manifiesto fue redactado con torpeza y en algún momento les ganó la tripa contra ciertas manifestaciones del feminismo que ellas consideran muy “radicales”. Esto ha dado pie a malos entendidos y a la polarización de la discusión.
Creo importante encontrar y rescatar los puntos de acuerdo. Todas hemos sido violentadas en el espacio público de muchas maneras. No todas tenemos los mismos recursos para responder a las agresiones. El problema de ambas posturas es que olvidan que cada mujer es un mundo y que ambos grupos en disputa están mirando todo desde sus posiciones de mujeres privilegiadas. La situación en Hollywood o en Paris, no es la misma que la de las mexicanas, aunque sean actrices, intelectuales y artistas. Mucho menos se compara con la de las mujeres que trabajan en las fábricas y son acosadas por sus jefes, o las que viven en lugares en donde existen hasta dos alertas de violencia de género.
Rescatemos los puntos de acuerdo, sigamos colocando el tema, analicémoslo sin que nos ganen las pasiones, dejemos de ponerle nombres a las otras para burlarnos de sus ideas, sólo porque no estamos de acuerdo con lo que dicen y nunca olvidemos que nuestra experiencia no es necesariamente la experiencia de las otras, que todo pasa por un tamiz en donde hay otros indicadores que tomar en cuenta como la edad, la raza, la posición económica y tantos más. Dejemos de ver sólo por las ventanas de nuestros privilegios y nunca olvidemos que el peor enemigo de una mujer, es el sistema patriarcal que nos quiere desunidas y peleando.