El diluvio que viene…

A estas alturas de la emergencia sanitaria todavía hay quienes no creen en la existencia del virus que provoca la enfermedad COVID-19, a pesar de que en el estado ya murieron tres personas y en Xalapa se confirmaron cinco casos positivos, lo que permite estimar entre ocho y diez más por cada uno de ellos.
Es decir, que al menos otras 40 fuentes de contagio podrían, a su vez, estar propagando exponencialmente el virus… Mejor pararle a las cuentas: son de miedo, pues no hablamos de casos “sospechosos”, sino de infectados.
Por eso llaman la atención las actitudes de quienes creen que todos están en riesgo, menos ellos, o se pasan por el arco del triunfo las solicitudes de quedarse en casa, evitar lugares concurridos o al menos tomar precauciones.
Esta semana santa vimos a muchos xalapeños congregarse en las pescaderías, como las que abundan en la zona de La Rotonda, con el pretexto de la cuaresma. Ni comerciantes ni ciudadanos se preocuparon siquiera por guardar “sana distancia”; menos por asuntos como el uso de gel antibacterial, el pago en efectivo y el manejo de los productos.
Las playas de cuecen aparte, ahí no hay pretexto que valga, y en ambos casos debieron intervenir los cuerpos de seguridad para medio ordenar las cosas o desalojar a los turistas, de plano.
En estas circunstancias, ¿qué corresponde a las autoridades y qué a la ciudadanía? Porque esta pandemia no es culpa de algún gobierno y era simplemente inevitable que llegara a nuestro país, estado y municipio. De entrada no hay desinformación. En todas partes se ha explicado hasta el hartazgo qué sucede y qué hacer.
Seguramente comenzaremos a hacer algo cuando llevemos el virus a nuestros hogares y tengamos que enfrentar las consecuencias de la enfermedad en algún ser querido o uno mismo. La propagación en el nivel social ya comenzó.
Todavía podemos hacer algo para no salir tan raspados: quedarnos en casa, tomar todas las precauciones posibles y seguir rutinas de actuación y desinfección cuando sea imprescindible salir. La información se encuentra en cualquier página electrónica oficial.
Porque en Xalapa el panorama no es halagador. Estos calorones y las lluvias son ambiente propicio para el resurgimiento de enfermedades como el dengue, cuyo mosquito transmisor llegó para quedarse. Los síntomas son apenas distintos a los de la COVID-19, que también guarda similitudes con los de la influenza estacional, por cierto presente.
Si a esto sumamos la disminución del agua potable disponible en la ciudad, producto del estiaje, que ha obligado a los “tandeos” durante todo el año, así como la reducción del personal de Limpia Pública debido a la emergencia, que implicará espaciar los días de recolección de basura, todo se complica.
La acumulación de desperdicios en las calles, simplemente porque a la gente se le da la gana sacarlos, sumada a su descomposición acelerada por las altas temperaturas y desparramamiento en las calles por las lluvias (lo que además tapa las alcantarillas y causa inundaciones y encharcamientos), puede originar más problemas de salud pública.
Ahora sí que no vemos venir la tempestad, sino el diluvio, y no nos hincamos.