El dinero o la vida

La anécdota.- Comía deliciosos tacos, por ahí de las 4 de la tarde, del día 9 de enero, de este año político electoral, terrorífico para muchos, adulador para los cómodos, “hiénicos” (de hienas) para los que el suelo se les mueve puesto que temen perder el poder; año nada prometedor, pero las promesas y alaridos ensordecedores nos enferman; año de mentiras con tal de mantenerse en la cima de a ver quién la tiene más grande; año de decisiones para los ciudadanos conscientes –porque los hay que ni fu ni fa, qué desgracia- porque la clave está en la ciudadanía, en el pueblo, pues, sin ambages ni populismo ni chingaderas. Digo, degustaba unos tacos cuando escuché un encontronazo y al salir a chismear, dejando un último taquito a medio morder, me entero que se trataba de un taxista que embistió a un motociclista. No fue mucho el golpe, el motociclista aunque lesionado, estaba bien, según los paramédicos de la Comisión Nacional de Emergencia. Pero el detalle fue que el chavo estuvo en el suelo, con quedos lamentos, por casi media hora. Eso sí, los del seguro del auto taxi no tardaron en llegar ni cinco minutos. En México, ¿qué importa más, el dinero o la vida? ¿El bolso o la degollo? ¿Coopelas o cuello?
Lo político.- Cuando me reencuentro con un compañero o amigo por mucho tiempo no visto, la pregunta usual es, entre otras: “Y dime, ¿por dónde andas?, ¿Dónde o con quien trabajas?” Si estamos desempleados, ni hablar, o decimos la verdad o expresamos: “Pos por ahí, buscándole, chambeando con tal o cual, ahí la llevo”. Si tenemos algo concreto, simplemente le decimos: “Estoy dándole duro a…, no es mucho pero…” Sabía virtud de conocer las caras y gestos.
Pero que tal si te encuentras a un político. Ni pal caso preguntar, quizás sólo saludarlo y arrimarse al árbol que da más sombra, digo no todos lo hacen. Pero la pregunta sería: “Qué tal chapulín, ¿pa’ dónde brincas ahora?” Porque éstos ni preocupación tienen, salvo en qué pinche sueldo y poder se asentarán –poner sus asentaderas, muchos sin hacer nada.
La ciudadanía.- Dicen que el poder está en el pueblo, ¿será? La duda no es gratuita; es pa’ acicalar a los mediocres y miedosos. Yo me pregunto cuántos estamos dispuestos a cambiar, si no a nosotros mismos –ese es otro problema nada fácil- sí al mundo, a México, a lo que nos rodea. Sí, entiendo que si nosotros mismos no cambiamos, pos valemos, como dicen los jóvenes, pura verga y algo más.
En la entrega anterior que intitulé –¿así se dice?- “Seamos mexicanos, pero no pendejos”, una de mis 1 mil 500 fans, Socorro Martínez me escribió en mi Facebook: “Tal vez no tengo una visión tan amplia como la tuya compañero, pero lo que sí tengo es absoluta fe y confianza, que los veracruzanos podamos ir despertando poco a poco, y nuestro futuro político no sea tan desesperanzador… y si… triste realidad, no hay pa’ donde inclinarse, pero tampoco estamos condenados ya por el “Dios político” que refieres… aún seguimos siendo ciudadanos, y si todos los supiéramos, estaríamos por encima de ese Dios… Tengas un excelente y ajetreado año amigo de Tierra De Babel”. Abrazote virtual, luego lo concretamos.
Muy de acuerdo, amiguita. El aguijón dio resultado. Ojalá así reaccionáramos más ciudadanos.
Los días y los temas
Recibí la siguiente invitación que les comparto: “La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, a través de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, tiene el honor de invitarle a ser parte de la 12ª Edición de la Cumbre Mundial de Comunicación Política de la cual orgullosamente somos Co-organizadores y el Aval Académico de dicha cumbre.
“Como enlace estratégico en el Estado de Puebla y dentro de la República Mexicana, nos es un placer extender hasta sus manos la presente convocatoria donde se le invita a participar dentro del marco del evento, a realizarse los días 6, 7 y 8 de febrero del presente año, en el Hotel Hillton City Reforma de la Ciudad de México, CDMX.” Más información en www.cumbrecp.com.
De cinismo y anexas
Ya parezco hasta cura –¿de ahí viene la palabra “curita”, esa madrecita que sirve para proteger las heridas, pero no del alma?-, o sea, sacerdote, porque se me han acercado pa’ decirme que por qué no digo algo chingón, esperanzador, suavemente angelical –como si fuera papel higiénico- para este año 2018. Lo he pensado mucho, no sé, unas cinco horas, o más, quizás dos horas, y llegué a la conclusión que este mundo, y México más, merece esas palabras –como si sólo estuviéramos hechos de palabras, aunque el lenguaje cuenta y cuenta mucho, sobre todo si nos mientan la madre, o leemos a profundidad a los poetas y filósofos y locos-, por eso les pregunto: “¿Por qué no hay un Dios bueno, bonito y barato?”, como escribió Williams Deer.
Ahí se ven.