El dragón de la calle, escupir fuego por 100 pesos al día; una historia de vida en Xalapa

Francisco de Luna

Juan Carlos Gutiérrez Ferrer es tragafuegos; hace de las calles su escenario; de los automovilistas, espectadores; y de las monedas que recibe, sus honorarios. Se instala en el crucero de Ávila Camacho y Clavijero, en la zona centro de Xalapa.

Ahí desafía a ese instante que transcurre en el cambio de las luces en los semáforos. Por supuesto, sólo trabaja mientras la luz está en rojo; a estas alturas, ya calcula bien el tiempo que debe mantenerse en la arteria.

Cuenta que tiene que ser hábil; da un trago al combustible, levanta la pequeña antorcha, sopla y en ese momento se alzan las llamaradas.

“Sostengo la gasolina en la garganta, pero el fuego no llega hasta ahí. Ya llevo nueve años en esto. Ya sé cómo ser un tragafuegos… no quisiera tener un accidente”, explica el muchacho de piel morena que viste una playera color caqui, desgastada por el uso.

Le agrada que le digan dragón de la calle, pues en esto se ha desempeñado en prácticamente en la última década.

Este trabajo le ha generado algunas consecuencias negativas, como perder lentamente el sentido del gusto.

Cuenta que al término de su jornada no le encuentra sabor a su comida.

En ese instante y antes de concluir con la idea, escupe, se levanta la playera y seca los labios quemados por el fuego.

La mayoría de las veces sólo come una vez al día; trabaja de 8:00 de la mañana a 8:00 de la noche.

“Me enjuago la boca con agua durante más de diez minutos para poder encontrar lo rica que es la cena” –explica a prisa porque el semáforo ha marcado un alto y es momento del “show”; en este oficio, “trabajas o te quemas”.

La muerte lo trajo a Veracruz

No es veracruzano; llegó a esta entidad debido a una tragedia cuando tenía 13 años; viajó desde Michoacán para llegar a Córdoba y reconocer el cuerpo de sus padres y hermano.

Llegó a través de “aventones”.

Sus padres sufrieron un accidente en las Cumbres de Maltrata. Eran comerciantes de frutas y verduras.

El principal giro comercial era de uvas, peras y manzanas.

“Desgraciadamente ahí fallecieron mis padres y mi hermano de 6 años”.

Relató que al enterarse de la tragedia, buscó la manera de llegar a Veracruz y trasladarse a Córdoba para reconocer el cuerpo de sus padres. “No lo quería creer y desde entonces supe que estaría solo en la vida”.

Actualmente, Juan Carlos tiene 21 años. Como consecuencia de una vida en la calle, aparenta mayor edad.

Su ropa huele a diésel; su rostro tiene ligeras laceraciones; los brazos oscuros por el humo y los zapatos de trapo mojados y con la suela desgastada.

Este dragón ha pasado media vida en la calle. Hay quien le fía el cuarto, que paga cada dos o cuatro meses.

12 horas por cien pesos

De las 12 horas que le dedica a esta labor, en ocasiones gana 150 pesos cuando mejor le va; pero en promedio su ingreso no pasa de cien pesos.

Vive en la colonia Manantiales y diariamente llega y se va caminando.

Reconoce que en realidad ha hecho de la calle su modo de vida.

Escupe el fuego como si tratara de quemar su historia, de consumirla con esa bola de fuego que chamusca los bellos de la cara.

Durante la plática, Juan Carlos escupe de manera constante porque la gasolina le quema la boca.

Se trata de un personaje urbano. Diariamente, desde la 5 de la tarde, se coloca a unos metros del viaducto del parque Juárez de la capital veracruzana.

Ahí se realiza la entrevista a las 6 de la tarde, cuando el frío cala los huesos y la niebla es densa y persiste bajo una constante llovizna que no apaga el fuego que se eleva frente a los conductores.