El imbécil y el árbol (II)

CONTRACOLUMNA
“¿Qué derecho tiene un señor o señora de creer que por escribir una columna tenemos que creer que es verdad lo que dice?”.
José Saramago
El imbécil y el árbol (II)
Atanasio Hernández
Los vientos del norte asociados al frente frío 41, con rachas de 70 a 80 kilómetros por hora registradas esta mañana en Xalapa provocaron la caída de al menos diez árboles en distintas partes de la ciudad. Aunque afortunadamente hasta el momento no se registran víctimas, sí se reportan daños materiales, sobre todo vehículos automotores.
No hubo letreros de “no me tires, ¿por qué te estorbo?” ni cercos de supuestos ecologistas protegiendo a los árboles ahora caídos ni opinadores sabihondos que dijeran que el ejemplar estaba vivo. Se vinieron abajo, y ya…
Tampoco hay críticas hacia el Ayuntamiento depredador, talaparques, deforestador, antiambientalista que, precisamente para evitar algún accidente fatal decidió retirar algunos ejemplares de lugares por demás concurridos, como los parques Benito Juárez y Los Berros, donde se inspeccionó y valoró al arbolado antes de determinar su destino.
En las redes sociales se extraña los comentarios imbéciles sobre la “Magnolia de Acero”, el “Haya Poderosa” o el árbol muerto que todavía lucía algunas hojas verdes, aunque su vitalidad estaba prácticamente en cero y más que prestar un servicio ambiental representaba peligro inminente.
El problema del imbécil es precisamente su falta de inteligencia, de tal suerte que es el último en darse cuenta de ello. Es más, hay quienes morirán engañados por haberse considerado a sí mismos brillantes, inteligentes o aún algo más.
En éste, como en cualquiera otro tema, hay expertos. A ellos se confía la tarea de manejar el arbolado en la ciudad, lo que no sólo implica retiros, sino el mantenimiento preventivo y fitosanitario, así como la reforestación de las diversas áreas verdes que hacen de Xalapa uno de los municipios del país con mayor diversidad y extensión de zonas arboladas y jardinadas.
A ver si finalmente entendemos que no se vale tomar estos temas como bandera política, para adquirir notoriedad, mero capricho, o simplemente lucir nuestra imbecilidad; cualidad –más bien, defecto– que al parecer es como el mar… No tiene límites.