El otro Lorenzo Antonio

“El Terror” yace en su escritorio… ¡en serio! Quizás por eso Las Virtudes Cardinales mantienen sana distancia desde la pared del fondo… por todos lados, un número considerable de tazas se llenan de plumones y lapiceros de los más variados colores; recipientes con dulces de mentas por aquí y por allá que daban ganas de llevarse unos cuantos, de no ser porque el cuarteto de Liverpool nos miraba desde cualquier ángulo ¡y por si fuera poco, por allí, alguno que otro héroe de Marvel o DC! Lo más tranquilo, unas cuantas vacas de colores, un Snoopy así como unas motos, homenaje al venezolano Johnny Ceccoto, campeón mundial de Motociclismo y si me apuran, hasta de Fórmula 1… la oficina del titular del Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz por sí sola, invita a hacer un minucioso recorrido, ya sea desde su escritorio, de su mesa de trabajo, o en la misma sala… es la ventaja de llegar diez o quince minutos antes a la entrevista con Lorenzo Antonio Portilla Vásquez.

Sí, le pregunté al contador asuntos de la rendición de cuentas, de las auditorías, del desarrollo de programas que hacen al Orfis un pionero en estos sistemas informáticos que facilitan la armonización contable de los entes fiscalizables… pero en este caso, me aboco más a la persona, tan así, que dejo de lado la grabadora y transcribo mejor la plática con Lorenzo Antonio…

–¿Por qué le pusieron Lorenzo Antonio?– y me responde que nació el 10 de agosto y el Santoral marca Lorenzo… entiendo a la perfección: Mi santoral marca Benjamín y me lo enjaretó mi madre. Cuenta el contador, si se me permite la expresión, que su madre, cuando lo lleva a registrar, no le convencía mucho el “Lorenzo” y en la plática con una prima que la acompañaba, recordó que ésta había tenido un novio llamado Antonio ¡y como que rimaba!

Su madre le decía “Lencho”, como habitualmente se les dice; durante muchos años, en la oficina se le conocía como Toño, pues cuando entró a trabajar se ponía “L. Antonio”; en el barrio, además de Lorenzo, tenía un apodo: “Coco Loco”… la razón, el éxito por esa época de Diego Verdaguer… decían que se parecía al cantante argentino: cabello largo y quizás el bigote. Claro, el apodo se lo ponen los Tupamaros… así se llamaba el equipo de futbol del barrio de Betancourt, Azcárate, Victoria, Guerrero, Altamirano y Azueta.

¿Y qué posición jugaba? ¡Portero! Dice que cuando niño, vio al que es considerado el mejor guardameta que haya pasado por el América, Ataúlfo Sánchez y dijo: “¡Quiero ser portero!”, y desde ese momento vistió la camisa del América.

Le pregunto si sabe cuántas tazas tiene desperdigadas por toda la oficina… responde con una pregunta: ¿diez?; le digo: “ Yo creo que más”. Enfrente de mí, tengo dos con estampado de Los Beatles… le emociona esa época, incluso confiesa que estuvo a punto de entrar al Conservatorio porque en esos tiempos ¡quién no quería ser músico! pero lo metieron al Liceo Sor Juana Inés de la Cruz a estudiar Contaduría Privada con los maestros y hermanos don Pedro y doña Alicia Caballero Marín, lo más exigente que tuvo como maestros… aprendió taquigrafía, dibujo, mecanografía (sin ver teclado), ¡y hasta le dejaban de tarea que hiciera patos con la máquina de escribir! Y me reveló el secreto que por tantos años nunca supe resolver: con una revista de Punto y Cruz… ¡misterio resuelto! La exigencia que tuvieron los maestros Caballero Marín con él además de su madre, porque hiciera bien las cosas, le marcaron para toda su vida… pero si no hubiera sido Contador, a lo mejor hubiera sido Músico… ¡quién sabe!

Las tazas no contienen café, sino lapiceros y plumones… las motos en miniatura, “las compré por un corredor venezolano llamado Johnny Cecotto… me gustaba cómo corría”; los carritos de Fórmula 1 los pasó a otra estancia, “¡me encanta!”.

Hay muñequitos por todos lados que son los que sus hijos le dan “para la oficina…”, aunque las compañeras en el Orfis dicen que “nada más hacen polvo…”

Le digo que tiene “El Terror” en su escritorio… ¡imaginen “El Terror” en manos del Auditor mayor de Veracruz!, ¡Ah! es que le gusta leer, y un poco de suspenso y miedo, no hace mal a nadie. La obra literaria de Dan Simmons me la relata Lorenzo Antonio en un santiamén y mientras me la platica, me ocurre lo de Borges, parafraseándolo: no sé si lo leí, o vi la película. Me saca de mis pensamientos Portilla Vásquez cuando me dice que le encanta leer de todo, en especial las biografías, como la de Andre Agassi (Open), “cómo te metes en el cuerpo de él, donde su papá lo hace tenista”; le gustan las de tipo motivacional y para no variar, me cuenta que está leyendo la de Paul MacCartney, entre otras…

La plática se extiende, y rebaso la cuartilla… prometo subir en breve al portal www.lospoliticosveracruz.com.mx la entrevista completa, pero quería platicar un poco del otro Lorenzo Antonio, no el Auditor, pero sí el Coco Loco, el americanista, el incansable lector, el coleccionista que si bien no sabe cuántas tazas de café hay en su oficina, sí sabe cuántos escalones hay para subir a ella… 42… o 44… perdí la cuenta y la memoria no me ayuda.

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