“EL SIN PALABRA”

El gobernador electo pidió hablar con el Fiscal. En la majestuosa residencia ubicada en la margen izquierda del caudaloso río, comenzó la conversación.
Todo era un lujo impresionante, y de buen gusto.
Tan sólo la mesa de centro valía algo así como un millón de pesos.
El mandatario recién electo sugirió la renuncia del funcionario, a lo que éste se rehusó.
A cambio de la dimisión, no lo habrían de “tocar” porque él no era el objetivo, él no era el enemigo, fue la promesa.
El Fiscal intentó negociar para asegurar su permanencia pero la respuesta siempre fue la misma. El problema es que formas parte de la misma banda, soltó el interlocutor.
¿Pero qué garantías habría de que la promesa sería respetada? La contestación fue que se lo juraba por la vida de sus hijos, al tiempo que mostraba la foto de los vástagos.
No obstante, el Fiscal se fue con un amargo sabor de boca, amargura que sólo la zozobra puede ocasionar.
Fue entonces cuando decidió buscar a El Jefe, para que presenciara y se sellara frente a su barba y su puro la promesa hecha el día anterior. El personaje accedió.
Al día siguiente, en el Altiplano, el prestigiado abogado y el Fiscal aguardaban en el restaurante de un exclusivo hotel. A los pocos minutos llegó el gobernador electo, quien al acercarse movió la cabeza de lado a lado, en repetidas ocasiones, en señal de enfado, no sin antes expresar que no era necesaria esa reunión, pues él sabía cumplir su palabra.
El hombre de la barba tranquilizó al servidor público. No te preocupes, mi amigo es un hombre de honor, que sabe cumplir lo que promete.
El Fiscal se separó del cargo. Pero la palabra empeñada no fue cumplida y poco después fue encarcelado.
Por eso es que ahora los panistas, a los que el jefe del clan está pretendiendo seducir para mantener el poder de ese partido, dudan mucho que les cumplan a futuro las promesas. No confían al que ya han bautizado como el “El sin palabra”. La historia del “Sin palabra” continuará…