El Valor real de la amistad

Se sabe que uno de los valores intrínsecos que tiene el existir de las personas en este mundo, es el venir a sumar y a generar la sustancia de la lealtad, vista en su máxima expresión: La Amistad.

Así, es la amistad una ruta de dos vías: una de ida de quien la confiere y, otra de venida de quien la profesa y corresponde. Ceguera total tiene aquel que vea a la misma como un camino de una sola vía, de un solo lado, en una sola dirección y acción.

A la amistad, se le demuestra complacencia, prudencia y, ante todo y todos, resistencia para que ni el encono, ni la ira, ni la soberbia minen a quienes deciden, sin forzamiento alguno hacer amistad y ser amigo.

Hoy en día, los valores de la misma están muy devaluados: el canto de las sirenas, la poca benevolencia a lo real, la afición por el espejismo, la adulación, el saludo oportunista y ante todo la barata de “amistad” que el puesto ganado la gran de las veces con el apoyo del amigo, el encargo proporciona y distorsiona a su vez al por mayor, volviendo miope y un tanto cuanto insolente a quien considera que tener amistad con alguien es cosa fácil.

La amistad encierra, entre dos entes o personas: afecto, simpatía y ante todo confianza; y su valor se tasa en que al que se le confiere tal afecto, simpatía y confianza es alguien ajeno a uno, en suma no es familia, sino Amigo.

Amistad significa y confiere compañerismo, simpatía, lealtad, hermandad, apego, devoción, en alguna ocasiones cariño y amor, afecto en suma.

Su contraparte implica antagonismo: enemistad y rivalidad. Lugares y sentires donde se tiene todo menos respeto, compresión, ni compasión para con quien se implica en el lado contrario a ser amigo y tener una amistad.

En peligro real se encuentra aquel que no entienda que una amistad, sino se paga con la misma manera y forma, se llega a trastocar en su más puro antónimo.

Y es allí donde se pierde todo, sobretodo la lealtad a quien en su momento se le profesó amistad. Y es que en su más pura expresión se sabe que para presentar una carta cabal de amistad a alguien, se le tiene que tener a ese alguien, tres cosas por lo menos: respeto, temor y afecto.

Cuando la amistad pasa a su contraparte, la enemistad, se tiene quizá únicamente afecto, dado que ello encierra sentimiento y querencia, ya que por muy duro que sea el ente u organismo no se puede minar al sentimiento, al afecto, de la noche a la mañana.

Pasar de la amistad a la enemistad, es cuestión de dos y sólo dos; a nadie se le puede culpar, y menos cuando se advierte el sinuoso camino que está llevando a su tránsito.

Pobre de aquel que no entienda cuan dificultoso puede ser que alguien que te confirió con suma devoción su concepto de amistad, bajo el sustantivo de amigo, se trastoque, por los hechos y actos de alguno de los dos actuantes en la relación, en un enemigo en potencia.

Dios salve al “rey”.