Ex Rector del COLVER redactaba los discursos a Javier Duarte

Fue uno de los jóvenes que se acercó a don José Iturriaga Sauco, ese gran diplomático mexicano, avecindado en Coatepec y que escogió esa bella ciudad cafetalera para morir a los 99 años de edad, amigo y asesor de políticos y empresarios como Carlos Slim.
Luego Javier Duarte de Ochoa se lo jaló para que le redactara los discursos. Le mandaban el guión, algunos datos, y de volada armaba los textos, los remitía por correo electrónico y ¡voilá!, el gordito ya tenía que leer en los eventos oficiales. A veces era un discurso por día, o hasta tres. O pasaban dos o tres días sin que fueran requeridos sus servicios.
De premio, Duarte de Ochoa lo mandó como director del Colegio de Veracruz. Pero semanas después de que ganó las elecciones Miguel Ángel Yunes Linares, los diputados locales aprobaron una autonomía apresurada y al vapor más que nada para que el nuevo gobernante no lo quitara del cargo.
Fue un 28 de julio de 2016 cuando los legisladores aprobaron la autonomía. Fue jueves. Sobre la capital caía un fuerte aguacero. Un importante comensal celebraba a todo lo que daba en un lujoso restaurante. Sus achichincles lo festejaban y lo vitoreaban. El festejado chupaba puro tequila “Patrón” con sangrita y jugo de limón. El mesero a veces tardaba en llenar la copa –porque no le gustan los “caballitos”-, pero es que no tenía ni cinco minutos que la había llenado. El señor parecía esponja. Absorbía la bebida alcohólica de manera obsesiva y compulsiva, con brutal desesperación, como si el agave se hubiese extinguido de repente en Jalisco. “A ver, me tienes en sequía, tardas mucho en servir”, le decía al empleado casi a gritos. Y al rato, otra vez, el mismo reclamo. Ya bastante beodo y con la mirada vidriosa, le exigió al muchacho que ya estaba un poco nervioso. ¿Sabes qué?…. ¡ya no te vayas, aquí te quiero junto a mí para que me sirvas!”. Los demás se miraron extrañados entre sí, porque lo más fácil era que pidiera que le dejaran la botella y él mismo se despachara… a su gusto. Pero no. A él le gustaba que el joven estuviera ahí parado como soldadito, para que al extender la copa, como robot escanciara el destilado. La parranda continuó el viernes, el sábado, y el domingo “curó” con unas “chelas” bien frías y un caldo bien picoso.
Ya en diciembre de 2016, le lanzaron la amenaza:
-Ya sé que eres dizque autónomo, pero a mí esa puta autonomía me vale madres, así que desde ahorita vas presentando tu renuncia… así lo dispone el Señor Gobernador…. ¿te quedó claro?
Eugenio ya iba preparado para eso. Ya sabía para que lo había mandado llamar Enrique Pérez, el otrora poderoso Secretario de Educación.
Y pese a la tremenda cruda por la borrachera del día anterior, Eugenio sacó fuerza de flaquezas y no se arrugó. Le lanzó una perorata jurídica a Enrique, y se amachinó.
“Pues ya veremos”, dijo Enrique furioso, rojo de coraje.
Eugenio se puso de pie, endureció el gesto, y con un puño en el escritorio, respondió. “Pues ya veremos, a ver de a cómo nos toca”. Y se fue, con un grueso legajo bajo el brazo en donde llevaba los “logros” de El Colver que ya no tuvo oportunidad de entregarle al Secretario.
Fueron días, semanas, meses intensos. Le redujeron el presupuesto, le retrasaban el subsidio, no lo invitaban a actos del gobierno…. Pero eso sí, en las oficinas centrales de la calle Carrillo Puerto, se escuchó una voz aguardientosa: “puto Yunes, me la pelaste”.
Ya en la era de la 4T, sucedió lo mismo. Le pidieron que se fuera. Y es que el Colver lo convirtió en un coto de poder para sus cuates, a los que generosamente les pagaba jugosos salarios, 30 mil, 40 mil, o hasta más de 50 mil pesos mensuales. Y pocos resultados académicos. La institución siempre fue un “elefante blanco”, pero con Eugenio, se volaron la barda.
El pasado viernes circuló por whatsapp una nómina de El Colver. Cuando se la mandamos a un modesto profesor de ese Colegio, casi se infarta: “¡qué poca madre… y yo ganando pinches 4 mil pesos mensuales”.
Para que no alegara autonomía, y no se agarrara de sus veinte uñas del “hueso”, los morenos hicieron lo que a Yunes jamás se le ocurrió: le mocharon su “emancipación” y lo mandaron al rancho de AMLO.
Pero meses antes, ufano, habría dicho: “igual que Yunes, estos pendejos también me la van a pelar”.