Ganar con encuestas y perder en las urnas

Nadie puede sentirse vencedor del actual proceso electoral, solo porque las encuestas lo señalen con el mayor porcentaje en las preferencias electorales; puesto que ya ha sucedido en otras elecciones, que quien parecía ser el triunfador, resultó perdedor, porque el día de la jornada electoral o en días previos, uno o varios sucesos, hacen cambiar la intención de voto y la decisión del elector también cambia sin mayor explicación.
Las mediciones en las encuestas resultan aleatorias, según los problemas con que amanezca el encuestado, puesto que nadie espera que el o los candidatos preferidos por quien contesta la encuesta, le va a resolver sus problemas al día siguiente de la eleccion y ni siquiera se puede estar seguro de que durante todo el periodo de ejercicio de funciones, el elegido se ocupe de los problemas del elector.
Si la encuesta se realiza consultando las preferencias electorales de una persona bipolar, hoy puede comprometerse con “ya sabes quien” y el día de la jornada electoral votar en favor de Pepe Meade, con lo que la encuesta arrojará otro resultado y no el promocionado durante la campaña.
Lo cierto es que nadie puede adivinar la decisión de una persona voluble, porque esta cambia sus determinaciones, como cambiar de zapatos y por eso es tan inconfiable que no merece consideración alguna, puesto que la fama de la “Chimoltrufia” ha servido para “bautizar” así a los que cambian frecuentemente sus compromisos o a los que dicen una cosa o un compromiso y se desdicen, llamándolos “Candidatos Chimoltrufios” porque como dicen una cosa dicen otra.
Por esas razones, las encuestas no significan la verdad anticipada de las cosas; la palabra voluble (en latín volubilis) significa que gira, se enrosca o simplemente cambia; como tantos políticos volubles que a conveniencia personal se han quitado la camiseta del PRI y sin ningún empacho, mostrando en todo su esplendor su carácter caprichoso, se pone la camiseta de cualquier otra de las preferencias electorales que participan en este proceso electoral.
En la imagen de un político, cuenta mucho la firmeza de su carácter y la lealtad a sus propios principios; la traición se paga, pero no se premia. En el ambiente político, la actitud cambiante de los actores se justifica de la siguiente manera: “Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro.” (Georges Clemenceau)