Grandes proveedores serían palomeados desde el Altiplano

Corre una versión entre los empresarios xalapeños, algunos de ellos a los que Javier Duarte les quedó a deber no una lana, sino una lanísima: que los contratos en la próxima administración estatal para proveedores no se negociarán en Xalapa, sino en la Ciudad de México.

Mientras son peras o son manzanas, o como dice el indio, más seguro amarrado, uno que otro inversionista va a hacer sus gestiones aquí, pero también entregará sus papeles en el Altiplano. ¿Con quién en el centro de la República? No lo quisieron revelar, pero en sus rostros se les advierte un rayo de esperanza de que en la CDMX tienen más posibilidades de enchufarse.

Sería descabellada la idea, a no ser porque precisamente se ha advertido cierto tufo centralista en el estilo personal que tendrá AMLO de gobernar.

Ya se vio cómo lograron financiar a MORENA a partir de descontar 50% a todos los servidores públicos que llegaron a un cargo de elección popular bajo esas siglas: regidores, diputados locales o federales, alcaldes, senadores, etc. Y toda esa lana paraba a una cuenta concentradora domiciliada –adivinó usted, amable lector- en la capirucha.

Y a los alcaldes de todas partes del país les mandaron desde la antigua Tenochtitlan tesoreros, directores de obras, recursos humanos, etc. En el Ayuntamiento de Xalapa aún padecemos a estos fuereños. Y no es que seamos xenofóbicos, pero como se recordará, muchos de estos personajes venidos de lejanas tierras se portaron prepotentes y groseros hasta con los modestos empleados.

Otro caso paradigmático de centralismo es el nuevo esquema de los nuevos coordinadores de delegaciones federales que serán nombrados en cada una de las entidades federativas. Ese centralismo atroz ya ha sido repudiado en estos días por más de un gobernador, ya sea electo o en funciones. Los coordinadores o vicegobernadores van a ser los ojos y los oídos de El Peje, quien centralizará todo el poder. El tabasqueño querrá tener todo el control. Los mandatarios estatales, sobre todo de Morena, serán meros vasallos del nuevo Rey. A él le rendirán tributo y pleitesía. Será un nuevo rostro del presidencialismo, sólo que con un delgado barniz “democrático” y “republicano”.

Por eso es que no nos extraña esa versión que ya circula entre los hombres del dinero de estas tierras jarochas. Muchos proveedores serán manejados a control remoto, desde cientos de kilómetros de distancia. ¿Con quién habrá que reportarse para rendir tributo? Algunos lo intuyen pero pareciera que otros ya lo saben. No se trata de que algunos garañones traten de llevarse “al baile” al próximo Presidente de la República. No se trataría de cobrar el famoso “diezmo” por contratos asignados sin que el nuevo Tlatoani se entere. No, para nada. Pareciera que es el mismo mecanismo usado como cuando financiaron MORENA para llegar a Los Pinos y a varias gubernaturas de los estados. Sospechamos de un gigantesco embudo que tendrá su vertedero final allá en la sede de los poderes federales, en una cuenta secreta, en asociaciones civiles fantasma, en una genial triangulación de recursos que llevará como objetivo seguir manteniendo el poder durante los próximos lustros o décadas. Bien lo decía Carlos Hank González, un político pobre es un pobre político. O como dirían otros: en política lo que cuesta dinero, es barato.

Por supuesto que a los gobernadores morenistas sí les van a dejar rebanadas de pastel, pero más pequeñas. Las obras millonarias, las grandes, no serán decididas aquí. Se prevé que la próxima titular de SENER, Rocío Nahle y Manuel Huerta, inminente representante del gobierno federal en Veracruz, serán los eslabones entre Andrés Manuel y Cuitláhuac García. Y este último será un mero administrador de aquellos, quienes serán realmente la mano que mecerá la cuna.

PRI: renovarse o morir

Una vez que concluya el proceso electoral, allá como por noviembre –si no es que antes- se desatará una bestial guerra entre priistas para apoderarse de los despojos. Será una cruenta batalla para administrar las ruinas. Será un denodado esfuerzo por poseer las cenizas que dejó Américo Zúñiga Martínez.

Pero como no habrá gobernador ni Presidente de la República pristas, el clásico “dedazo” no funcionará, por lo que los militantes de ese casi extinto partido deberán elegir al próximo presidente del CDE de manera democrática. Sí, leyeron bien: de manera de-mo-crá-tica. Porque sería muy ingenuo pensar que el presidente del CEN del Revolucionario Institucional resolverá con una varita mágica la renovación de las dirigencias estatales.

A menos que los distintos grupos se pongan de acuerdo y salga un candidato de unidad, pero la verdad lo dudamos mucho. Lo más probable es que casi todos se agarren del chongo. La única salida es que la militancia dirima a su líder por la vía democrática. Los priistas no le deben tener miedo a esta palabra. Deben aprender a vivir y convivir con la democracia interna. Si no lo hacen, no saldrán fortalecidos. Al contrario, estarán más divididos que nunca. Las decisiones cupulares le han hecho mucho daño a ese partido. La verticalidad ha sido una especie de cáncer para este instituto político. Renovarse o morir. No hay de otra.