¿Hay futuro para el PRI?

La respuesta es sí. Pero primero hay que rescatar al PRI del propio PRI. De ese PRI corrupto que crearon durante décadas políticos de mala extirpe que abusaron de sus siglas para enriquecerse a costa del erario. Porque el origen del partido es la teoría humanista pero en la praxis mujeres y hombres emanados de sus filas pervirtieron su destino reduciéndolo a una máquina voraz que consumía presupuestos, dejando migajas a la población. Basta citar, por ejemplo, el deleznable caso de Javier Duarte de Ochoa y su pandilla de rufianes, quienes se burlaron del pueblo en su propia cara hurtando cuanto recurso pudieron y dejando a la entidad sumida en la peor crisis económica y de seguridad que se tenga memoria. Hay futuro para el PRI en tanto se sacuda a las rémoras que envejecieron junto con el partido al que vieron como una fábrica para hacer dinero. Hay futuro para el PRI mientras destierre de una vez y para siempre las arraigadas prácticas de que “el que no tranza no avanza” y “político pobre es un pobre político”, porque eso lo tiene al borde de la tumba.

Hay futuro para el PRI si escucha a su verdadera militancia. A sus seccionales. A sus jóvenes, que aún los tiene. Porque basta ver los nombres de quienes hoy se barajan para encabezar la nueva dirigencia y el nuevo consejo político para darse cuenta que son los mismos de siempre. Las mismas caras. Las mismas mañas. Y es que si algo hundió al PRI fue precisamente la falta de cuadros y la falta de espacios para todos. Se redujo a una camarilla que hizo y deshizo como le vino en gana y los resultados ya los conocemos. Es increíble que ahora que el partido está agonizando muchas y muchos abandonen sus filas y abanderen causas que nunca, ni por error, abanderaron como es el caso de César Augusto Santiago quien después de ¡60 años! de militar en el partido apenas se dio cuenta de que está podrido. Por favor, más seriedad.

Hay futuro para el PRI si sabe escuchar el grito de las urnas. La exigencia de la sociedad que reclama políticos honestos, austeros y dignos porque allí radica ahora la fortaleza de Morena. Aunque, claro, también hay excepciones. Si bien al PRI se deben las grandes instituciones nacionales –sobre todo las de seguridad social- lo cierto es que existe un muy justificado descontento hacia sus gobiernos pues los responsabilizan de las grandes omisiones nacionales como es el caso del robo de combustibles. Por eso ya se habla de la segunda “expropiación”, lo que significa quitarle el control a las mafias huachicoleras de los recursos que son de todos. En este caso las gasolinas. Porque nadie duda que las autoridades federales anteriores estaban involucradas.

Hay futuro para el PRI si aprovecha la corriente transformadora que se vive en el país para cambiar también desde su raíz. Expulsando sin contemplación a todas y a todos los que abusaron de sus siglas para robarle al pueblo. Y convocando a su verdadera militancia a tomar el control del partido. Hace falta una sacudida de adentro hacia afuera. Reconocer a los verdaderos liderazgos regionales que han aportado su talento al servicio de las mejores causas sociales. Porque mientras sigan las mismas y los mismos difícilmente podrá sobrevivir. Basta ya del silencio de su militancia. Es hora de exigir un cambio y que quienes lleguen a la dirigencia lo hagan por méritos y por tener una vida pública honorable que prestigie a la institución. De lo contrario, seremos testigos de las próximas exequias del partido.

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