Historia de un añejo odio

Nadie sabe cómo inició ese odio tan acendrado. Es tan remoto el pleito que hay quienes aseguran que ni ambos protagonistas recuerdan bien los detalles (¿será?). El caso es que se han desatado una y mil conjeturas de cómo comenzaron a repudiarse el negro y el güero ojiverde.
Cuentan algunos de sus amigos, que tal vez todo comenzó cuando el mundial de futbol de México 86 estaba en todo su apogeo.
De repente saltó a la fama una chica que vestía una diminuta camiseta, recortada, con la publicidad de conocida marca cervecera. Le pusieron un mote que hacía referencia a sus voluminosas bubis y a la cancioncita que entonaba durante el promocional de televisión.
Y como todas las chavas guapas de la pantalla chica, comenzó a convivir en tertulias con políticos y empresarios.
Aseguran que el güero quedó prendado de ella. Pero no contaba con que el negro también le había echado el ojo.
En una noche de copas, una noche loca –diría la cantante María Conchita Alonso— narran que ya beodo el güero, perdió control de sí, y cayó como fardo en un sofá para dormir la mona. Entonces, el negro se habría despachado con la cuchara grande con la escultural belleza. Pero eso no fue todo. El oscuro personaje habría hurtado la tarjeta de crédito de su compañero de parrandas y decidió obsequiarle a la damisela un costoso y fino abrigo de Mink.
El problema es que cuando llegó el estado de cuenta a la casa del timado, la esposa se enteró y montó en cólera. Le reclamó al cónyuge, quien ni tardo ni perezoso reprochó airado a su ahora ex amigo.
Leyenda urbana, ficción, mito, o lo que sea, pero esto es lo que se comenta en selectos círculos de políticos veracruzanos.