Juan Carlos Molina, el chavo pobre que llegó a ser ganadero y diputado

Era un chavo de 15 años cuando todos los días, a las 13:30 horas, esperaba el autobús de la ruta “Carlos A. Carrillo-Cosamaloapan”.
Luego de 10 minutos de espera, llegaba el camión.
A través de la sucia ventanilla, iba observando el paisaje: el largo boulevard de Carlos A. Carrillo, las banquetas tiznadas por los residuos del Ingenio San Cristóbal, la colonia obrera “José López Portillo”, la clínica-hospital del Seguro Social, el Ingenio San Gabriel…. y por fin, llegaba a Cosamaloapan. Tras 8, 10 , 11, cuadras, la escuela de Bachilleres “Luis Antonio Beauregard”.
El uniforme: camisa blanca, de manga corta, pantalón beige marca “Yale”, zapatos negros marca “Canadá”, y siempre la sonrisa a flor de piel. Ya desde entonces era dicharachero, desmadroso a veces, como dicen en la Cuenca.
El calor era sofocante. El termómetro marcaba 38, 40 grados, pero con sensación térmica de 44.
No era fácil ponerle atención al maestro de Literatura, Filemón Espejo.
El profesor leía un fragmento de “Cien años de soledad”. Juan Carlos de repente se cabeceaba. El sopor era insoportable. No había en el salón ni siquiera ventiladores. Pero se sentaba hasta atrás, en la última fila, para que el Profe Filemón no se diera cuenta que al joven Molina de repente se le cerraban los ojos.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo….”

De repente, su compañero Víctor le daba un codazo…
“Cabrón, no te duermas”…
La noche anterior, Juan Carlos tuvo que llevarle el “lonche” a su papá, obrero del Ingenio San Cristóbal. A veces le tocaban horarios nocturnos en ese gran monstruo, en ese llamado hace años “Coloso de la Cuenca”, el mejor de América Latina y comparado sólo con las grandes factorías azucareras de Cuba.
Pero en lo que Juan Carlos era un pez en el agua era en la clase de Matemáticas. Siempre le gustaron los números.
“Algún día yo seré Presidente de Cosamaloapan…. Y hasta me compraré mis vaquitas”, decía, y la flota lo tiraba a loco.
Una vez concluida la preparatoria, realizó con muchos, muchísimos sacrificios, estudios en Contaduría.
LO MATAN EN SU RANCHO
El 9 de noviembre de 2019, en su rancho Santa Rosa, en el municipio de Medellín de Bravo, fue ejecutado el diputado local Juan Carlos Molina Palacios.
La noticia causó mucho revuelo no sólo porque Juan Carlos era legislador local de mucho peso en el Congreso del Estado, sino porque ya venía haciendo una carrera política desde hace años, además de acumular una inmensa y ostentosa fortuna que se veía en sus propiedades, vehículos, cabezas de ganado y hasta un helicóptero.

Su primer cargo fue como Tesorero del Ayuntamiento de Cosamaloapan; también quiso ser diputado federal en 2003 y perdió, por el PRI. En ese entonces, otro que fue derrotado fue el líder cañero Daniel Pérez Valdés, uno de sus grandes amigos, con quien agarró una guarapeta épica en Cancún luego de las derrotas mutuas en las urnas.
Fue Daniel quien comenzó a impulsarlo en su carrera política: lo hizo presidente del Comité Local de Productores de Caña “CNC” del Ingenio “La Gloria”, donde dicen que comenzó a hacerse de mucho dinero; algunos periodistas de la época presumían nexos con delincuencia organizada, lo que Molina Palacios negaba en corto con los reporteros.
Fue tanto el dinero que llegó a tener, que son inolvidables sus comilonas en su casa que compró en Tlacotalpan, a donde llegaba toda la clase política veracruzana y cantantes de la talla de Joan Sebastian, quien era su amigo personal.
Dentro de su formación también trabajó con Francisco Loyo Ramos, tantoe en el Congreso del Estado como en el Congreso Federal, donde llegó a estar a cargo de la Biblioteca.
Fue también coordinador de la Industria Azucarera en el Estado de Veracruz en la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, en tiempos de Fidel Herrera Beltrán.
De hecho, se sabe que tuvo una buena cercanía con Fidel Herrera Beltrán, pero también llegó a ser un gran amigo de Miguel Ángel Yunes Linares, a quienes les llegó a administrar ranchos.
Pero su verdadera pasión fue la ganadería, lo que finalmente también lo convirtió en un próspero productor porque se metió de lleno a estudiar la genética bovina e incluso llegó a mejorar razas de ganado que exportaba. Fue tanta su dedicación, que llegó también a vender a empresas ganaderas en el mundo óvulos fecundados de razas mejoradas.
MATRIMONIO CON ROSA; EMPODERAMIENTO
Juan Carlos Molina Palacios ya había estado casado antes de unir su vida con su segunda y última esposa, Rosa del Alba Guízar, hija de Francisco Guízar Pavón, denominado “El Rey de las Gasolinas”.
Se sabe que su primera familia vive en Estados Unidos actualmente, pero antes de su separación, llegó a tener una vivienda bonita en una colonia popular del puerto de Veracruz. Esto, a finales de los 90 y principios de la década del 2000.

Se casa en segundas nupcias con Rosa del Alba Guízar y ya desde entonces se le remarcaba su relación con el crimen organizado, pues su suegro ya era un conocido “chupaductos” de Pemex.
Ya empoderado, con mucho dinero, Molina Palacios se convirtió en un hombre muy buscado por políticos, especialmente del PRI. Últimamente se le vio apoyando al excandidato a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, de quien decía que era su compadre. También fue de los que impulsaba el “voto verde” (campesino) y por eso llegó a presidir la Confederación Nacional Campesina (CNC), cargo al que buscaría renunciar horas antes de morir acribillado.
Su momento quizás más estelar es cuando comenzó a recibir premios nacionales e internacionales por su ganadería en la década entre 2015 y 2018.
SE HACE DIPUTADO LOCAL
Su llegada a la curul del Congreso del Estado se da por la vía plurinominal, representando a las siglas del PRI. Posteriormente, se convertiría en legislador independiente.
Se comenta que Juan Carlos Molina llegó a tener acercamientos con la Cuarta Transformación, pero directamente con la familia del presidente Andrés Manuel López Obrador, porque aquí nunca se entendió con el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, con quien incluso llegó a tener diferencias.
Se dice, por ejemplo, que Eric llegó a exigirle a Molina Palacios que le entregara su estructura política de la Cuenca del Papaloapan, donde el funcionario de gobierno está fortaleciendo su imagen. Estas diferencias hicieron, por ejemplo, que no saliera la mayoría calificada para destituir a Jorge Winckler de su cargo como Fiscal General del Estado, una de las encomiendas que tuvo desde un principio la 4T en Veracruz.

Desde su curul denunció la violencia, la inseguridad, la importación ilegal de ganado. Denuncias muy fuertes que retumbaron en el recinto legislativo.
Pero llegó ese fatídico 9 de noviembre.
SOLIDARIO CON SU FAMILIA; DETUVO A LOS ASESINOS DE SU SOBRINA
Poco antes de asumir la diputación local, Juan Carlos hizo una revelación inusitada a los periodistas.
En el restaurante “Asadero Cien” ubicado en la avenida Maestros Veracruzanos, el entonces priista contó cómo dio con el paradero de los secuestradores y asesinos de su sobrina.
Dijo que debido a que ninguna autoridad policiaca averiguaba quiénes ultimaron a su pariente, él, Juan Carlos, contrató a un detective norteamericano con formación estilo FBI.
Y en cuestión de semanas, el detective dio con los malandros que le arrancaron la vida a la chica de apenas 19 años, quien fue raptada cuando se disponía a reunirse con sus amigas.
El 14 enero de 2014, fueron hallados los restos de la joven, en unos cañaverales.

Los autores intelectuales y materiales: unos taqueros y taxistas de Cosamaloapan.
El “modus operandi” siempre era el mismo: charlaban con los clientes y pasajeros, quienes involuntariamente les daban información sobre las personas pudientes de la región. Nadie se imaginaba que al platicar con esos sujetos, les estaban dando detalles sobre fortunas, nivel de vida, horarios, rutinas… etc… de sus amigos, parientes o patrones.
Estos sujetos actuaban con tal sigilo que nadie, ni los “zetas”, sabían quiénes estaban secuestrando y matando gente en Cosamaloapan.
Pero el detective sí pudo averiguarlo.
La jefa de la banda era una mujer. Y como la mayoría de los plagiados identificaban a las víctimas, a casi a todos los mataban, aunque pagaran rescate. Por la sobrina de Juan Carlos pagaron 300 mil pesos.
De repente, se les amontonaban los secuestrados en las casas de seguridad, así como se les amontonaban los billetes producto de los plagios.
Así que había que matarlos rápido, para que no se amontonaran, y porque cada semana “caían” en sus redes más y más secuestrados. La sed y hambre de dinero era insaciable.
Pero no había que matarlos así a todos de rapidito y de un jalón. Había que meterle “diversión” al asunto.
Entonces a la jefa se le ocurrió una macabra idea: darles cuello a uno cada día, pero sometido al azar. Entonces estos malandros jugaban naipes por las noches, y el que ganaba, recibía de premio “decidir” a quién se iba a “echar”. Así que, terminado el juego, el “ganador” se dirigía a uno de los cuartos en donde tenían maniatada a una de las víctimas, y le decía “lo siento, pero hoy te toca”. Los gritos y el llanto en la oscuridad eran desgarradores. Escuchaban los otros jugadores y los otros plagiados. Todos sabían que esa noche había un “ganador”…. y que alguien perdía la vida.
Pero el detective los encontró.
Hubo detenidos, pero a otros los mataron… y sólo uno o dos, se “pelaron”.
NI TIEMPO LE DIERON DE BAJARSE DE SU CAMIONETA
A Molina lo mataron en circunstancias algo raras: fue al interior de su muy conocido rancho “Santa Rosa”, en la comunidad Jamapa, del municipio de Medellín de Bravo. Fue en el momento en que arribaba a dicho lugar, porque ni tiempo le dieron para que se bajara de su camioneta, que acababa de estacionar frente a la residencia principal. Los disparos fueron a corta distancia y hay indicios de que los autores materiales eran por lo menos conocidos del legislador asesinado, por la manera en que llegaron, estuvieron y se fueron.
Lo más extraño, es que pareciera que los empleados no supieron o vieron nada. El caso no se ha esclarecido, aunque el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, y algunos diputados locales han expresado que está a punto de resolverse.

Otra situación peliaguda es que no se vio mucho a la familia pedir justicia, sino que buscaron discreción y pocos reflectores pese a lo que implicaba el magnicidio.
Una versión que corre mucho en el puerto indica que Molina podía haber tenido una diferencia con su suegro poco antes de ser ejecutado; Francisco Guízar le habría solicitado una fuerte cantidad de dinero a Molina Palacios, pero éste nunca le resolvió.
Ahora el ejecutado fue su suegro. Fue alrededor de las 7:40 horas de este viernes, en un lujoso fraccionamiento en Puebla. Hasta ahí llegaba el “Rey de las Gasolinerías”.
La verdad que con el asesinato de ambos personajes, pareciera que se cierra otro capítulo más en la historia violenta de Veracruz, pues todo apunta a que este asunto podría ser un conflicto familiar. De esos como para novela policiaca.