La brigada feminista que sabotea publicidad misógina

Elsa, una de las organizadores de la Brigade Antisexiste, repartió bandanas rojas y stickers que tenían escrito la palabra “SEXISTE” en blanco.

El grupo de activismo feminista ha salido a las calles de la capital francesa una vez al mes desde abril de 2016, armadas con stickers y marcadores permanentes; es su misión desacreditar publicidad sexista en el espacio público.

El terrible frío, las temperaturas congelantes, y la llovizna no detuvieron a doce mujeres y tres hombres de reunirse en la patrulla número veinte de la brigada.

“Con la Navidad tan cerca, el sexismo está mostrándose en las vitrinas de las tiendas. Ven y lucha [contra el sexismo] con nosotros…!” se puede leer en la invitación de Facebook de la brigada con sede en París.

Amontonados en el mercado Place des Visctories, pasando por el 1er y 2ndo distrito, el grupo se reúne alrededor de Elsa de veintiséis años, mientras ella los organiza (Todos los miembros de la Brigada pidieron mantener sus apellidos en secreto por razones de privacidad).

“Pegar stickers no es precisamente legal, pero nunca hemos tenido ningún problema”, sonrió. “Sólo tenemos que asegurarnos de que no hay policías cerca cuando lo hacemos”.

Elsa, que trabaja en el sector de las organizaciones sin fines de lucro, y Léa, la otra organizadora presente en la patrulla, lideran el grupo por la calle Etienne Marcel.

“Tenemos un itinerario planeado. Si ves alguna publicidad o un póster que te impresiona mientras vas caminando, detienes al grupo y explicas por qué esa pieza te llamó la atención”, dice Léa, estudiante de diseño gráfico de veintiún años. “Nosotros entonces debatimos y luego votamos si le ponemos un sticker o no”.

El grupo se creó entre compradores de Navidad e hicieron una fila al frente de una tienda de Guess. Cinco maniquíes vestidos en la colección de invierno de la marca que se encuentran en la calle, pero la brigada estaba más interesada en el póster detrás de la ropa.

La modelo vestida en mallas ajustadas negras estaba acostada en el frente, con el codo apoyado y su mentón sobre él. Su boca un poco abierta, y su vista fija en la cámara con una mirada de “ven aquí”.

“Honestamente, no pienso que esta publicidad necesite mucho debate”, dijo uno de los participantes con desdén, mientras se fumaba un cigarrillo. “O sea, ¿quién se acuesta así en un sofá?”, los otros asintieron. “Es muy porno”, agregó otro de ellos.

“Es importante recordar que no estamos tildando de puta a la modelo; estamos criticando lo visual en su totalidad”. Elsa le recordó al grupo. “Entonces, ¿votamos?” el grupo levantó la mano y votaron unánimemente a usar el sticker.

Morgane, de veinticuatro años, que trabaja en comunicaciones, dijo: “Me encantaría pegar el sticker”. Ella pegó “SEXISTE” cerca el hombro de la modelo; el grupo celebró y apuntó de manera teatral hacía él.

“Todo sobre este póster me impresiona,” Morgane me explicó cuando le pregunté por qué lo había postulado. “La ropa, la posición en que está acostada… lo encuentro degradante e irrespetuoso contra las mujeres. Esto no debería pasar”.

Durante la caminata de dos horas, la Brigada debatió el sexismo escondido detrás de la publicidad de los celulares; los peligros del código de color en las pantallas, con tonos rosados que tienen como objetivo a las mujeres, y los estándares de belleza irrealistas que se muestran en la publicidad de L´Oréal para una parada de autobús. Mientras marchaban por el centro de París, daban explicaciones sobre piezas ofensivas para alertar a las transeúntes que pasaban por ahí.

Lauriane notó algunos de los stickers en la estación del metro y buscó la Brigada; ella decidió entonces acompañarlos para ver cómo era todo. “Esto es divertido”, dijo la ginecóloga de veintinueve años. “Tenemos un debate, cada uno da su opinión, con la que estarás de acuerdo o no, y así avanzamos para combatir el sexismo en todos los niveles”.

“Es interesante darse cuenta que tres de cada cuatro veces nos encontramos con modelos rubias y blancas”, me dijo Charly de veinticuatro, que trabaja en el sector humanitario. “No representan realmente a la población francesa y termina correspondiendo a los estereotipos, que tienen hombres y mujeres, de cómo debería ser la belleza”.

Cuando entrevisté a la cofundadora de la Brigada y estudiante de biología Lauréline en abril de 2017, ella me contó de los orígenes de la Brigada. “Todo empezó en febrero de 2017, dos amigos y yo fuimos a Châtelet [en el centro de París] a pegar stickers sobre publicidad sexista. Lo disfrutamos tanto que decidimos hacerlo otra vez. Semana tras semana, había más y más gente uniéndose a nosotros entonces decidimos crear una página de Facebook y hacer una invitación pública”.

Desde entonces, el concepto se propagó por Francia, con 27 ciudades con sus propias antenas de organizaciones, e internacionalmente, con grupos en Bélgica, Suiza y Canadá.

El 28 de marzo, la brigada celebró una destacada victoria. El Consejo de París —la asamblea responsable de gobernar la ciudad— votó en un nuevo contrato por JC Decaux, el gigante mediático, donde incluía un veto en toda “publicidad sexista y discriminatoria”. Esto es la primera vez que pasa en París, siguiendo los pasos de Londres y Ginebra, que han pasado leyes similares.

Lauréline representó a la Brigada afuera del Consejo de la ciudad ese día, protestando con otro grupo feminista, Les effronté-e-s. Ellos habían imprimido la controversial publicidad de Yves Saint Laurent, que había aparecido por la ciudad a principios de ese mes (y luego sería prohibido) para recordarle a los oficiales lo degradante que podía verse dicha publicidad.

En el comunicado de prensa del consejo de la ciudad, Hélène Bidard, diputada mayor encargada de igualdad de género, derechos humanos y lucha contra la discriminación, expresó esperanza sobre la prohibición que eventualmente se volvería ley nacional. “[Estas piezas publicitarias] defienden sexismo ordinario y participan en la banalización de ciertas formas de violencia que se sufren a diario”.

Ahora, la Brigada está trabajando con otros grupos feministas que deciden qué criterio debería ser usado para determinar si cierta publicidad es sexista.

“Nos afecta cuando los publicistas sexualizan partes del cuerpo de una mujer para vender algo”, agregó Lauréline, de veintidós años. “Ver estos estereotipos en el espacio público donde todos pueden verlo, no era algo que podíamos soportar más”.