La democracia participativa tropical de AMLO

“La mentira nunca vive hasta llegar a vieja” – Sócrates

Mire usted que con todo lo que esta sucediendo en nuestro país con la llegada del nuevo gobierno federal se abre la puerta para las mil y una especulaciones sobre el futuro de México.

Que si las cosas habrán de cambiar radicalmente, que si todo seguirá igual, que son los mismos, pero con casaca nueva, que creen en el presidente electo Andrés Manuel López Obrador pero no en quienes le rodean, que si se perpetuará en el poder o no lo es su pretensión.

En la realidad, debemos asirnos del fundamento político al menos expresado por el propio López Obrador para comprender un poco mejor esto que enfrentamos.

Aun cuando en reiteradas ocasiones el propio tabasqueño a reiterado que su modelo político pretende incrustar una nueva forma de democracia participativa, la realidad es que, para muchos, las acciones emprendidas por el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México apuntan más a un cambio de régimen.

Según lo ha expresado el mejor exponente de esta corriente del pensamiento político, el ex presidente español Felipe González, la democracia participativa “es una forma de democracia en la que los ciudadanos tienen una mayor participación en la toma de las decisiones políticas que les otorga tradicionalmente la democracia representativa. La democracia participativa permite una participación ciudadana mayor que en democracia representativa pero menor que en la llamada democracia directa o democracia semidirecta.”

El mismo Felipe González ve serias limitaciones al modelo, el mismo ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente lo sostiene en una de sus colaboraciones titulada “Diálogo, pacto y reconciliación, el camino para México: Felipe González” publicado el pasado 28 de mayo de 2018 en el Diario El Universal. https://www.eluniversal.com.mx/columna/juan-ramon-de-la-fuente/nacion/dialogo-pacto-y-reconciliacion-el-camino-para-mexico-felipe

En dicho relato de la entrevista el también ex secretario de Salud Federal advierte en el punto cinco de los siete en que está compuesto el artículo, que “Con todo y sus problemas, la democracia representativa es la menos mala de las formas de organización democrática. La democracia participativa tiene más limitaciones. Algunas son realmente serias. Con frecuencia las decisiones quedan en manos de unos cuantos activistas. Es como el asambleísmo universitario. Los que se quedan hasta el final, los que perseveran, los que muchas veces no tienen otra cosa que hacer, son los que deciden, aunque sean una minoría. Un problema de la democracia representativa es que los Parlamentos han dejado de parlamentar. Los discursos (y las réplicas) se hacen en casa, el día anterior. Las posiciones se asumen de antemano. El furor mediático también ha crecido. Ninguna forma de organización democrática está exenta. Todas son susceptibles de contaminarse, sobre todo a través de las redes sociales. Viene entonces la presión fuerte con algún tema que agarra vuelo y las decisiones se asumen al vapor. Con frecuencia, al poco tiempo, se vuelven a cambiar, también al vapor. Lo estamos viendo en España.

En el punto siete del artículo, De la Fuente recoge el pensar sobre la democracia de Felipe González, quien señala: “No encuentro ninguna razón para temerle a la democracia. El único que tiene derecho a equivocarse en una democracia es el ciudadano, porque la propia democracia le da la posibilidad de enmendar por la misma vía: el voto. Claro que las utopías regresivas son peligrosas, pero hay que ver qué tan ciertos son los rumores. A mí me sacaron recientemente en las redes sociales unas supuestas declaraciones sobre las elecciones de México. Eran falsas absolutamente. Pero alguien debió estar detrás de ello. Las noticias falaces no llevan a ningún lado. Hay que dialogar para intentar comprender el argumento del otro, para conciliar, para reconstruir las instituciones dañadas en la polarización de la contienda política. En México, quien gane la elección, antes de sentarse en la silla del águila —como la llamó Carlos Fuentes en una de sus novelas— tendrá la oportunidad, entre el 1 de julio y el 1 de diciembre, de elegir ese camino: el del diálogo, el pacto y la reconciliación. Es el mejor.”

Ahora bien, ciertamente el intento de dialogo, de conceso, de pacificación se ha seguido al dedillo, pero con sus limitantes, por parte del propio gobierno electo.

Si volteamos al mismo tema de la democracia participativa, llama la atención lo señalado por el propio Felipe González junto a otros politólogos en el libro ¿Quién manda aquí? De Editorial Debate 2017, en donde se toca un asunto al que los mexicanos hemos comenzados a ser expuestos, los referéndums (consultas).

Y es que según señala Alberto Penadés en esta obra -los referendos, precisamente como posible mecanismo para la redistribución del poder. Las dos primeras frases son toda una declaración de intenciones: “El referéndum es una institución predemocrática, en sentido temporal, que puede ser democrática y puede no serlo. Cuando sí lo es, puede incrementar el poder y el bienestar de los ciudadanos, o puede no hacerlo”. El resto del epígrafe es una elegante explicación justificada que transforma la ambivalencia en conocimiento, luchando a partes iguales contra la demonización y la sacralización del referéndum-.

En la praxis, lo que comenzamos a observar, es que este instrumento se pretende utilizar como algo novedoso, en donde se le consulta y toma en cuenta a la sociedad, solo que lo no dicho, es que la decisión a consultar ya esta tomada, nos guste o no, lo que hace simplemente caer en la simulación de la figura.

En esta misma obra, otro caso que llama seriamente la atención es lo expresado por Roberto Gargarella es el uso de la dicotomía entre el constitucionalismo y la democracia: para responder quién manda en una sociedad determinada es necesario que ésta halle un equilibrio entre la capacidad del sistema para responder a las demandas de los ciudadanos y la necesidad de ofrecer soluciones no excluyentes, predecibles y universales a sus problemas.

Lo ejecutado por la Cámara de Senadores al aprobar la Reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal es una aberración a las grandes reformas emprendidas por gobiernos anteriores, para con ello centralizar la toma de decisiones, abriendo consigo la posibilidad al totalitarismo del que se supone se pretendía alejar con esta nueva apuesta democrática.

La rebelión de los gobernadores panistas acusando que les pretenden imponer un Plan de Seguridad que atenta contra la autonomía de los estados al señalar: “No se impone desde el centro. El país se construye de abajo hacia arriba, desde el espacio local. Resolver los problemas requiere conocimiento del territorio, cercanía de la población y atención a las peculiaridades de cada región. Las prioridades regionales deben definirse de manera conjunta, considerando las condiciones peculiares de cada entidad federativa”, señalan en un desplegado. https://www.eluniversal.com.mx/nacion/politica/gobernadores-del-pan-se-rebelan-plan-de-seguridad-de-amlo

Ciertamente el propio estadista español nos da la respuesta y la solución a esta tremenda encrucijada, al parafrasear al politólogo Adam Przeworski, al señalar que “la democracia no garantiza el buen gobierno, sólo garantiza que podemos echar al Gobierno que no nos gusta”, la pregunta aquí será, ¿con todo el poder aglutinado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, a través del Congreso de la Unión y demás Congresos Estatales, se tendrá posibilidad para poder alcanzar y garantizar el echar al Gobierno que no nos gusta?

Le dejo a usted la mejor de las respuestas.

De primera mano, violentar la Ley al acudir al modelo de “consultas o referéndums” sin emplear a las instituciones creadas para ello, sienta un mal precedente, pues, al rato, lo que tantos años se tardó en construir se habrá de ir a la cañería, con la salomónica decisión que dicha función la puede realizar cualquiera, razón por la cual no tiene sentido seguir engrosando el gasto en la materia, así que despidámonos del Instituto Nacional Electoral (INE) o de los Organismos Públicos Locales Electorales (Oples), concentrando la tarea en un cuerpo de notables, en una dependencia del gobierno o en cualquier asociación a fin a su proyecto político.

México no es España y América dista mucho de ser Europa.

Al tiempo.

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