La pandemia enfermó a la economía

Nos allanamos al proverbista: antes del quebrantamiento es la soberbia (Pr: 16-18)
Suponemos que los asesores del presidente López Obrador, le presentaron diversos escenarios, al principio del sexenio, en donde se analizaban distintas variables, a saber: reservas internacionales, recaudación, balanza de pagos, petroprecios, inversión extranjera, etc. Sus colaboradores le deben haber dicho, si esto baja le apretamos acá y así por el estilo.
Con la idea de tener todo bajo control, se canceló la construcción del NAIM, mandaron al carajo a los proveedores de medicinas, se suspendieron infinidad de programas sociales y se plantearon las nuevas reglas del juego. Todo era felicidad, felicidad y más felicidad.
Un día sí y otro también, el presidente coscorroneó a todos los que considera sus adversarios. Aquí mando yo, parecía repetirse todos los días frente al espejo.
Pero una mañana, nos despertamos con el surgimiento de un nuevo virus en lejanas tierras. Don Andrés tranquilizó a sus cortesanos: no pasa nada, eso está muy lejos de Macuspana. No obstante, las predicciones de los alarmistas acertaron y el bichito llegó a México, además de provocar una crisis económica y sanitaria mundial.
Ahora, los indicadores macroeconómicos se derrumban y la viabilidad de Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía está en ‘chino’. El experto ya lo había dicho: la felicidad es pasajera.