La política entre la tragedia y la comedia

A este ritmo todos padeceremos el síndrome de Garrik

Debido a la impunidad que ha imperado en el ámbito de la administración pública en la historia contemporánea, el quehacer político en México se volvió sinónimo de corrupción.

Desde luego, no todos los funcionarios son rapaces, sin embargo, los que sí lo son opacaron el trabajo de los primeros, sus raterías han sido de proporciones inimaginables, como bien dicen: no tienen llenadera.

Ahora, para acabar de joder, la nueva clase gobernante, que se dice honesta, no se distingue por tener elevados conceptos políticos, sino, por su capacidad para contar chistoretes.

Así pues, las declaraciones de los mandamases no aportan luces sobre el papel del Estado en la rectoría económica, ni tampoco abundan sobre la inversión pública en la investigación científica y mucho menos, definen una postura respecto del cambio climático.

Por el contrario, solemos escuchar una retahíla de ocurrencias y descalificaciones (que pretenden ser graciosas), que en nada contribuyen a mejorar el enturbiado panorama nacional. El ‘me canso ganso’ se convirtió en tragicómico sonsonete.

En Veracruz, también tenemos un ‘góber sabadaba’ que no ha planteado de manera formal un plan contra la inseguridad, pero eso sí, recomienda Vitacilina para ‘el ardor’ y hasta trae la envoltura de la mentada pomada. Ni hablar, le hacen competencia a ‘la caja idiota’.