La tolerancia de vivir en sociedad

A propósito de los Muertos del Mundo
Se confirma la Era del Vacío, el diálogo es desplazado por el monólogo, la solidaridad se hace ausente ante la parálisis de nuestra capacidad de reconocer al otro como uno mismo, el ideal de lo humano es sustituido por una ominosas praxis de la razón que sólo tiene cabida para concebirnos sólo en el presente, el futuro se ha clausurado, y toda las letras son insuficientes para responder a la pregunta qué somos, por el miedo a saber que no seamos más que un almácigo de pulsiones, nos obstante, continuar tercamente concibiéndonos patéticamente como animales racionales capaces de vivir en comunidad.
Resulta grotesco ver como en estas horas aciagas, donde el viejo demiurgo despierta feliz en un escenario dantesco, hipócrita, incierto; donde la verdad ha quedado sepultada bajo una capa áspera, gruesa, inamovible de goces violentos e incontrolables que cada día más nos acercan al fin, donde la única consolación es que ese fin, completa nuestra búsqueda insatisfecha de llenar esa falta fundante de nuestra naturaleza gramática. Lo real se abre paso para no dejar pasar más pausas y signos que nos haga que otra vez nos veamos exclusivos, y reinemos éste mundo con orgullo, mirando a las demás especies vivientes desde arriba, altivos, inmaculados. Momentos que hagan pautas a ese círculo de lo vivo, donde el más fuerte se come al más débil, aunque nunca podamos evadir el reproche de eso vivo que dice que “el matar no es por gusto”, sino por sobrevivencia. Estos tiempos donde cada vez nos acostumbramos más a la muerte, incluso vivimos con ella en nuestras calles, al interior de nuestras casas, en nuestra vida cotidiana.
Resulta grotesco ver nuestro discurso doméstico solo nos permite mirar económicamente ese mundo global, incapaces de entender que ese mundo global es un mundo de cuerpos, sentimientos, anhelos, y fundamentalmente, de humanidad, entendido esto último, como la capacidad de sentir al otro como a uno mismo, sin que el otro sea un extraño, un intruso. No importa que ese otro muera viajando en primera clase en un avión de Malaysia Airlines, o muera preso de los bombardeos indiscriminados en las paupérrimas calles de Gaza, o en una operación de limpieza étnica ordenada por sus superiores sionistas. Tanto es deplorable ver un documental de los campos de concentración Nazi, como un video con disparos de misiles efectuados por el ejército israelí contra los palestinos, sirios, iraquíes, iraníes. Hay un sentido común que te dice que ésto es absurdo, que no es posible que nos quedemos callados ante tal escenario de contradicciones, y vivamos como si nada ocurriera.
El mundo está en Guerra, y no es una guerra convencional entre ejércitos, sino entre los intereses de las razas, teniendo como campo de guerra a la población civil, a las naciones de éste mundo. No importa dónde habita un humano, ahí está escenificada esa lucha entre los poderes dominantes sin escrúpulos, voraces, inflexibles, es como las posiciones del Imperio Norteamericano y la Rusia de Putin, donde lo que menos importa son los muertes de esa guerra civil de Ucrania ni los muertos del Avión derribado.
No obstante que nuestras alternativas son predecibles de nuestra naturaleza humana, atrapada y siguiendo derroteros previsibles: hacia la derecha, un pensamiento mágico omnipotente, atrapado por signos; a la izquierda, un cuerpo reprimido que se insiste en silenciarlo; hacia el centro, un alma indescriptible, efímera, petulante, ilusa; hacia abajo, la tierra húmeda, fosa común, el origen perdido, el mítico lugar de donde nunca se debió haber salido. Eterna tragedia, pulsiones repetitivas que le dan su configuración extraña y trágica, creo que debemos de insistir que es hora de aceptar que el Mundo urge un nuevo contrato social, una nueva teoría política, incorporar a la solidaridad dentro del marco del derecho, no como opcional sino como obligatoria, hacer que el Estado Mundial Democrático recobre el monopolio de la fuerza para hacer que se respeta las leyes humanos, es hora que se recupere el ideal de lo humano, y la civilidad no sea tan sólo el de los buenos modales sino la tolerancia de vivir en sociedad.