Laura Karen

El ambiente estaba, por decirlo de algún modo, caldeado por la polarización que generó la violencia en las marchas de mujeres que exigen el alto a los feminicidios cuando ocurrió la desaparición de Laura Karen Espíndola. La familia, como es lógico, se movilizó teniendo como último dato que iba en un taxi cuyo chofer se veía sospechoso y se comportaba groseramente.
En redes sociales el hashtag #TebuscamosKaren se volvió viral, compartido millones de veces, a tal punto que orilló a la gobernadora de la Ciudad de México a hacer declaraciones y movilizó a agentes de la policía (nunca dijeron cuántos); al final Laura Karen apareció ilesa, había dicho una mentira a su madre para irse a un bar.
Cuando se supo la verdad nuevamente se movilizaron las redes, pero ahora para reclamar el engaño de la joven. También lo hicieron los medios. Un diario de circulación nacional encabezó la nota “Karen movilizó a la sociedad, redes y a la CdMx… y andaba de fiesta”, cuya editorialización es muy clara en contra de la joven, sólo faltó que agregara “y no fue violada ni asesinada”, por supuesto también menudearon los famosos memes ensañándose con Laura Karen.
No cabe duda que el discurso nos lleva a esconder nuestra verdadera cara. Cuanto más decimos más nos ponemos la máscara mexicana de la que hablaba con tanto acierto Carlos Fuentes. No es que no supiéramos que existe el machismo, la cantidad de feminicidios hablan suficientemente del lugar secundario que se otorga a la mujer en la sociedad, pero en los últimos años ganó espacios en la agenda pública el rechazo de la violencia contra las mujeres, impulsado tanto por los grupos de activistas que exigen el respeto a los derechos de las mujeres como por las tendencias mundiales que no puede ignorar nuestro país. Y si a alguien le preguntan —especialmente tratándose de personajes públicos— qué opina de los asesinatos de mujeres, por supuesto dará una respuesta “políticamente correcta” en la que tratará de adherirse a posturas progresistas en materia de género, diversidad sexual, raza o protección ambiental, pero son los casos concretos los que enfrentan el discurso con nuestra verdadera posición respecto a determinados temas.
Con el caso de Laura Karen se puso de manifiesto una vez más el antifeminismo, ese que “supuestamente” ya no existe.. Porque no faltó quien dijera en redes que las mujeres se buscan la violencia por andar de parranda. ¿Desde cuándo se determinó que las mujeres no tenemos derecho a divertirnos en un bar? ¿O cuándo se registró el derecho exclusivo de los hombres a salir de noche?
Lo más lamentable es que a ella y su familia la confrontaban por la “movilización” que había desatado en redes y en el gobierno de la CdMx. Estamos tan habituados a no ser atendidos en nuestros derechos, que cuando la autoridad responde, sin daños que lamentar, como en este caso, se considera que fueron recursos perdidos, cuando en realidad es precisamente el tipo de respuesta que esperaríamos en cada denuncia de desaparición. Si así se procediera en cada caso, quizá todavía estaría con vida Mara, la chica violada y estrangulada por un conductor de Cabify, posiblemente la familia de Cintya, cuyo cadáver fue encontrado en la cajuela de un taxi, no estaría llorando su ausencia y si en este país ya hubiera permeado la perspectiva de género en la impartición de justicia, los hijos de Abril Pérez Sagaón todavía tendrían a su madre.
El diario que puso como primera nota la “desaparición” de Karen porque andaba de fiesta colocó justo debajo de esa nota la del asesinato de la joven Cintya. Noticia de menor valor periodístico, como se estila jerarquizar en los medios escritos.
Lo expresó de una manera muy precisa Yadira Hidalgo, la directora del Instituto Municipal de las Mujeres de Xalapa: “Ahora resulta que para que nuestros impuestos, nuestro tiempo y nuestra ‘buena fe’ valieran la pena y se gastaran como ‘se supone’, Karen *debió* aparecer muerta y ser parte de la cifra de 9 mujeres asesinadas diariamente en este país. Mira nada más, que empática la sociedad mexicana”.
Los memes fueron crueles y siniestros. Personajes de la intelectualidad, supuestamente de la inteligentzia, hablando pestes del feminismo. Mientras ellos se sumaban a una parte importante de la sociedad mexicana que se quejaba del enorme trabajo que supuso dar dos o tres teclazos para compartir en las redes sociales una información sobre una mujer que parecía estar en peligro, mujeres y niñas en todo el país siguen desapareciendo o sufriendo violaciones y asesinatos. Esa y no otra es la razón del reclamo cada vez menos “elegante” como lo quisieran algunos. Las “damitas” como nos llaman condescendientemente, con un dejo de subestimación, ya no quieren serlo, quieren solamente vivir.
ramirezmorales.pilar@gmail.com