Lo negarán tres veces

Hacer leña del árbol caído es una práctica recurrente en el sistema político mexicano. Máxime, si con ello se pretende evadir la propia responsabilidad en los actos de corrupción de los que se participó o, por lo menos, se estuvo enterado y no se hizo nada.
Y es que ante la detención del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa, varios de quienes lo ensalzaron, lo vitorearon y se aprovecharon de su cercanía con él cuando gozaba de su propia “plenitud del pinche poder”, que no fue poca, ahora se deslindan, guardan silencio y hasta celebran su defenestración.
Dirigentes partidistas, legisladores y ex funcionarios que disfrutaron de la corrupción duartista o por lo menos callaron ante lo evidente que resultaba, hoy se llenan la boca aplaudiendo su detención y regodeándose en un supuesto combate a la corrupción en el que, ni por asomo, creen realmente.
Por ejemplo, el senador Héctor Yunes Landa, a quien siempre perseguirá la frase “Javier Duarte es mi jefe político”, aplaudió su caída en desgracia y publicó en su cuenta de Twitter cosas como que “con detención de Javier Duarte operada por gobierno de @EPN Veracruz vive un Domingo de Resurrección para bien de los veracruzanos” (sic).
En el mismo tenor, el dirigente estatal del PRI, Renato Alarcón Guevara, alardeó que “los priistas veracruzanos, así como toda la sociedad, agraviados por la conducta del ex gobernador ya expulsado de nuestro partido, reiteramos nuestro compromiso con la legalidad, la honestidad y la transparencia”. El chiste, malísimo, se cuenta solo.
Otros priistas, como el dirigente nacional Enrique Ochoa Reza o el candidato a la gubernatura del Estado de México, Alfredo del Mazo, “reconocieron” el “trabajo” de la Procuraduría General de la República para lograr la aprehensión de Duarte de Ochoa, aun cuando es sabido que la detención la ejecutó la Interpol, y hasta se dieron vuelo hablando del combate a la corrupción y la impunidad. Poco tiempo pasó para que en las redes sociales les recordaran cuando todos ellos felicitaban a Javier Duarte en sus informes de gobierno.
El propio presidente Enrique Peña Nieto retomó el tema al regresar de sus vacaciones de Semana Santa, afirmando que las detenciones tanto de Javier Duarte como del ex gobernador tamaulipeco Tomás Yarrington –ésta última tampoco por obra de la PGR, sino de la policía italiana- “son un mensaje firme y contundente del Estado mexicano contra la impunidad”.
Lejos quedaron los días en los que Peña Nieto se refería a Duarte de Ochoa como un “hombre de fuertes convicciones” y un ejemplo de la “nueva generación de políticos” del país.
Ni qué decir de sus ex colaboradores y ex socios, que se enriquecieron brutalmente a su lado. No hubo uno solo que saliera a manifestar solidaridad con quien llamaban su “amigo”, aunque en los hechos, más bien era su cómplice.
Y así como muchos de ellos lo negarán tres, diez y las veces que sean necesarias, apelando a la desmemoria colectiva, seguramente encontrarán reciprocidad en su “amigo” cuando empiece a repartir culpas. Porque hay un hecho incontrovertible: lo que Javier Duarte hizo, no lo hizo solo.
¿Y Karime?
Una duda recurrente desde la noche del sábado pasado es por qué no se actuó también en contra de la esposa de Javier Duarte, Karime Macías Tubilla, quien se encontraba con él en Guatemala. Y la respuesta es muy simple: porque nadie, ni siquiera el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, ha presentado denuncia alguna en su contra. ¿Ya la habrán perdonado?
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