Logran desactivar el ‘instinto asesino’ en ratones

Un equipo de neurobiólogos de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut (EE. UU.) ha descubierto un interruptor que parece activar los instintos depredadores en el ratón, pues cuando ciertas partes del cerebro de los roedores eran estimuladas con luz, los ratones mostraban una compleja gama de actividades de caza, lo que podríamos llamar su instinto de caza.

Los circuitos cerebrales involucrados en los comportamientos predatorios como agarrar y morder son todo un misterio. Los investigadores querían saber si es la amígdala (donde priman las emociones básicas tales como la rabia o el miedo) la que controla los comportamientos de caza, y en este estudio publicado en la revista Cell se sugiere que sí.

Para activar la amígdala central en los ratones, los expertos usaron una técnica llamada optogenética que permite vislumbrar y activar ciertas neuronas; así, utilizaron una fibra óptica minúscula para hacer brillar un láser azul en la amígdala cerebral. Esto llevó a los roedores a tensar la mandíbula y los músculos del cuello, comportamiento que no se repitió cuando los investigadores estimularon otras partes del cerebro.

Cuando el láser estaba encendido, los ratones cazaban casi todo lo que se ponía en sus senderos, desde golosinas comestibles, como grillos, hasta artículos no alimentarios como los tapones de las botellas. Observaron la misma actividad cuando activaron la amígdala central con quimiogenética, una técnica similar que estimula las neuronas con moléculas en lugar de luz. El comportamiento de de caza se repitió incluso cuando no había nada que cazar: los ratones colocaban sus patas delanteras como si estuvieran sosteniendo comida y movían sus bocas como si masticaran. El experimento se repitió para comprobar que los ratones no tuvieran mucha hambre. El resultado fue el mismo. Por tanto, los experimentos estaban desencadenando la depredación, no el hambre u otro motivo. En ningún momento los ratones se atacaron los unos a los otros, lo que resume que este instinto se circunscribe a la necesidad de alimentarse.

Los científicos también lograron incapacitar a los roedores para el ataque mortal, aunque el roedor lo deseara con ansias mientras sostenía a un insecto entre sus patas
“Esto es significativo porque la depredación es un comportamiento muy complejo. No es solo fisiológico, se trata de cazar, morder y comer. Esas son secuencias motoras que requieren mucha información, por lo que es notable que puedas obtener este comportamiento con esa clase de manipulación brutal”, comenta Kay Tye, neurocientífico del Massachusetts Institute of Technology en Cambridge y coautor del estudio.

El trabajo ha demostrado que esta zona del cerebro está implicada en la compleja tarea de la depredación pero “la investigación futura necesita descubrir los circuitos neuronales precisos involucrados en la caza. La amígdala central se ha relacionado con la fuga y el vuelo; pero esto es completamente diferente, pues un animal que caza está buscando algo para una recompensa, mientras que una criatura en modo de escape o vuelo está evitando activamente algo”, aclara Tye.