Los dos México de AMLO

“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.” – John E. Acton.

Finalmente se cumplieron 12 meses de la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, el político que prometió acabar con el México de la desigualdad y de la inseguridad, aun cuando en los hechos nada de ello ha ocurrido.

365 días después, en México existen dos realidades lacerantes, confrontadas por entre sí, producto del rencor y resentimiento acumulado por años ante la ineficacia de las políticas públicas y una marcada ola de corrupción que ofende y lastima.

López Obrador llegó así de nueva cuenta hasta la plancha del Zócalo de la Ciudad de México, a intentar justificar el crecimiento cero de la nación, así como la inseguridad desbordada, que tan solo dejaba hasta la mañana del domingo 21 muertos en Villa Unión en Coahuila.

Ahí desde el circo montado por su gobierno –ese que se dijo no ejecutaría las viejas prácticas del pasado- entre miles de acarreados de diversas partes de la república, exhibieron que el control político – clientelar es la tónica de su mandato.

El subejercicio gubernamental que enfrentan cientos de dependencias en todos los órdenes de Gobierno –federal, estatal y municipal-, tienen un origen, la instrucción del presidente para no ejercerlos, y con ello esperar su retornó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para llegado el momento ser empleados en el proceso intermedio como elemento vital para permanecer en el poder.

Es así como la sociedad en su conjunto confirmó este día que, en México, existen dos realidades, un par de visiones que se confrontan gracias a la constante interacción de un presidente que desune, que divide, que enfrenta a su propio pueblo, para beneficio personal.

Mientras tanto, alejados de la Plancha del Zócalo, sobre Paseo de la Reforma, la otra realidad, esa que no fue convocada con camiones, que no llegó acarreada, sino por su propia convicción.

Esa a la que el mismo López Obrador cataloga de fifí o conservadora, a esa que antes se ubicaba en la clase media, y que hoy por hoy engrosa perfectamente a los pobres de este país.

Y es que, con ello, la visión socialista del movimiento reformador de la 4T, habrá de colocarnos a todos en ese terreno de igualdad, entre buenos y malos, entre narcos y sociedad en la que lo mismo merece un respetuoso de la Ley que uno que la trasgrede, solo por el simple dictado de que también son pueblo.

El festín presidencial, que para muchos es la ratificación de su popularidad del líder mesiánico, es en los hechos el inicio de su debacle, pues la semilla de la oposición quedo sembrada, ante la nula capacidad de atención a los que más lo necesitan.

La manifestación convocada por Colectivos y organizaciones civiles confirmó la existencia de dos México, con visiones confrontadas por la actitud divisionista impuesta de manera permanente por el mismo Ejecutivo.

La polarización emprendida por López Obrador es y habrá de ser el peor signo de un gobierno que en los hechos ha quedado gravemente a deberle a la población.

El impresionante operativo ejecutado por Gobiernos Estatales y municipales para llenarle la plancha al tabasqueño, evidencia que su poder de convocatoria, quedo nulificado con su actuar a lo largo de este año de Gobierno.

Por más que afirmen que López es cada día más popular, en los hechos la realidad es otra, los vientos de hastió comienzan ya a sentirse.

Sextante.

Ahora será bueno preguntarle a la Contraloría General del Estado, como es que se adjudica la instalación de una pista de patinaje que a todas luces fue puesta por la iniciativa privada.

Vaya con el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y su secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, quienes emplean las practicas más criticadas por los hijos de la 4T, para cacarearse un huevo que ni ellos pusieron.

Pero como seguramente habrán de responder, ellos tienen otros datos.

Al tiempo.

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