Los dueños de Xalapa

Se les conoce como vendedores ambulantes, fijos o semifijos, callejeros e informales, y durante los últimos años se han multiplicado sin control en distintas zonas de la ciudad. De tal suerte que hoy ocupan calles, avenidas, cruceros, parques, plazas y los alrededores de mercados, centros educativos, hospitales y edificios de Gobierno.
Ellos justifican sus actividades en la necesidad económica. Algunas son personas excluidas del mercado laboral, quienes deben generar recursos para solventar las necesidades de sus familias, pero es precisamente esta circunstancia la que los vuelve “carne de cañón” de líderes corruptos que los agrupan y explotan a través del cobro del llamado “derecho de piso”.
Ejemplo de ello es Alberto Arcos Díaz, quien regentea a la organización Vendedores Independientes Veracruzanos, VIVE 26 de Octubre, cuyos miembros han reconocido el pago de hasta mil pesos diarios a su líder a cambio del uso de espacios públicos. Es decir, “protección” para ejercer sus actividades.
Por otro lado, los comerciantes establecidos en mercados y locales se quejan del ambulantaje, que representa una “competencia desleal” no sólo respecto de los precios, sino por los márgenes de ganancia que permite el no pagar impuestos, los gastos y servicios asociados al mantenimiento de un espacio y hasta una nómina.
Para quienes vivimos en Xalapa el comercio informal acarrea otros problemas. Para empezar, los vecinos de los espacios prácticamente invadidos resienten la baja en los niveles de la energía eléctrica en sus hogares, producto del robo del servicio a través de “diablitos” que dotan de “luz” a los puestos.
Las concentraciones de vendedores ocasionan una alta producción de basura de la que nadie se hace responsable; desechos de todo tipo, como aceites y grasas terminan en la vía pública o en las alcantarillas, y hasta suciedad humana cuando no existen sanitarios públicos. Por las noches, estos sitios son propicios para la comisión de robos y asaltos.
Los puestos fijos impiden transitar por las banquetas, como ocurre en Los Sauces, donde estructuras cimentadas con todas las de la ley abarcan las calles 1o de Mayo, frente a la terminal de los autobuses Excelsior, así como 7 de Noviembre y Mora Beristáin, tanto frente a la clínica 66 del IMSS como al Centro Deportivo Ferrocarrilero.
Abundan antojitos y comida, junto a verdulerías, vendimias de ropa y otras chucherías –chinerías–, accesorios para teléfonos celulares y hasta una pescadería. De higiene, mejor ni hablamos…
Las quejas se extienden al Paseo de Los Lagos, donde sólo 38 ambulantes tienen el permiso respectivo y se instalan cientos durante los fines de semana, convirtiendo este espacio recreativo en un verdadero tianguis “de mala muerte”, como lo han calificado los vecinos de El Dique.
El asunto es que al final del día, los únicos que se benefician con estas actividades son los dirigentes de las organizaciones de vendedores, quienes hacen de la renta del espacio público un negocio millonario, al tiempo que cobran visibilidad social y conforman verdaderos grupos de presión para las autoridades que pretendan regular o establecer orden. Son maestros del caos y por ello mantienen revuelto al río.
Quieren ser los dueños de Xalapa.
CONTRACOLUMNA / Xalapa