Los “Pejezombies” y el manejo de su frustración

La frustración no es antónima de felicidad. La frustración provoca cierta amargura, una amargura que nadie merece llevar encima, porque vivir así es como poner ajenjo a todos nuestros alimentos. Quien no se recupera de sus frustraciones, el mismo hace de su vida un infierno, un infierno que quiere compartir con los demás. Es por ello que algunos militantes de López Obrador, no todos, a los que llaman “Pejezombies”, responden con tanta virulencia a cualquier comentario que contradiga la doctrina y la enseñanza de su líder; responden de manera impulsiva cuando sienten que atacan la esperanza que en ellos reside, la de un México mejor, la de un México gobernado por López Obrador. Ellos creen que el sistema les ha frustrado, hasta en dos ocasiones, la llegada al gobierno ideal. No están del todo equivocados. El sistema, hablamos del gobierno y de sus instituciones, hablamos de los poderes fácticos, se han encargado de hacer una guerra sucia en contra de López Obrador, lo que ha frustrado que éste llegue a ser presidente de México tanto en 2006 y 2012. Sin embargo, su frustración los ha convertido en una plaga política, cibernética, condicionada, que no les permite darse cuenta que existen otras personas que no piensan como ellos. Para los “Pejezombies” es absurdo, perverso y obtuso que las personas no se den cuenta que la esperanza de México es López Obrador. Pero esa actitud, antes que generar empatía, genera antipatía contra ellos. Pero a ellos no les importa, porque la frustración es su fuerza motora, su visión de vida.
Frustración también es cuando alguien frustra tu llegada a la meta
Hay otro tipo de frustración, que me parece puede ser muy dolorosa. Digamos que existe un chico que estudia en la universidad y se esfuerza para sacar las mejores calificaciones, que se gradúa con honores y que por lo mismo es apto para un buen trabajo. Va a una dependencia pública y después de algunos exámenes deja constancia de sus aptitudes, de su capacidad. A punto están de contratarlo para un buen puesto, con un buen sueldo, cuando de repente se aparece por ahí el hijo de un funcionario público muy influyente al que le dan el trabajo, a pesar de que el joven nunca acudió a la universidad, a pesar de que no tiene ni los conocimientos ni las aptitudes para el trabajo que ofertan. El padre le compró el título universitario, y en ese momento le está comprando el trabajo. Eso sucede con más frecuencia de lo que usted se imagina. Eso se llama frustración porque alguien frustró llegar a tu meta, cumplir tu objetivo. A punto de llegar al final de la carrera alguien te puso un traspié y caíste de bruces; allá tú si te quiere quedar tirado, frustrado y lleno de amargura, lo mejor es que no.
Los “Porkys”, el día que su vida cambió y la oportunidad que desperdiciaron
La vida de Enrique Capitaine, Diego Cruz, Jorge Cotaita y Gerardo Rodriguez dio un giro de 180 grados el día que pensaron que el dinero de sus padres podría protegerlos de cualquier error que ellos cometieran; ya en alguna ocasión uno de ellos fue protegido por el dinero del padre cuando imprudentemente atropelló a un ciclista. Sin embargo, la vida que es muy generosa les dio una oportunidad de oro. El padre de la chica que los acusaba de haberla violado les dio la oportunidad de enmendar el daño que habían causado pidiendo disculpas a la agraviada, acudiendo a un centro donde pudieran ser tratados por su mala conducta y no acercándose a la joven ni intentar molestarla. Era una oportunidad de oro, que cualquier joven arrepentido hubiera aceptado y agradecido. Pero no la aceptaron. Antes bien denostaron a la agraviada, sumándose a esa denostación la familia de algunos de ellos. Los padres los trataron como muchachos traviesos que tenían permiso de ir a romper los cristales de las casas ajenas; ¿para qué se hizo el dinero si no se puede con éste librar a los hijos de la cárcel? Ahora la Suprema Corte de Justicia rechazó atraer la revisión de amparo presentada por Diego Cruz Alonso y una juez federal determinó que Enrique Capitaine, debe permanecer en prisión ya que hay elementos suficientes para ello.
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