Maestros y maltrato infantil

Para cuando subí al niño a la patrulla, su carita era una mezcla de tierra, mocos y lágrimas. Trataba de calmarlo pero él clamaba por su madre. Fue llevado al DIF municipal y ahí, cuando lo revisaron, su espalda y brazos delataban marcas. Cuando le preguntaron quién le había hecho eso, él decía que había sido su madre…
–¿Por qué te hizo eso?
–Porque me porté mal…– respondió.
Si bien, para ese momento, ya no lloraba, pedía ver a su madre, quería verla. El niño tenía como cuatro años. Era víctima de maltrato infantil. Un vecino había reportado el incidente. De ello, tiene muchos años, pudiera decir que 30…
II
El Güero abrió la puerta de su casa. No recuerdo a qué pasábamos, pero lo primero que vi en la mesa del comedor, fue una “pata de elefante”. Su tamaño y el hecho de que fuera lo único que había en esa mesa, tampoco pasó desapercibido para El Güero, quien en ese momento se quebró, se le llenaron los ojos de lágrimas y entre llanto, me decía:
–¡Ves, Abuelo, ves! ¡Ves porqué tomo!
Se me perdió unos momentos en el interior de su casa y regresó. Salimos en silencio y ya no comentamos nada. Estudiábamos en la misma Prepa, pero el caso del Güero no era el único. Problemas de alcoholismo se mezclaban con el de drogas y vandalismo.
III
Les cuento esto porque leía ayer una iniciativa que propone el diputado Tito Delfín Cano de que los maestros formen parte activa en la detección de maltrato infantil en algo tan simple como puede ser las faltas a clases, por lo que autoridades educativas, directores de planteles, o maestros, tendrían que notificarlo o reportarlo ante la Procuraduría Estatal de Protección o a la Procuraduría Municipal de Protección correspondiente, con la finalidad de descartar o detectar posibles situaciones de maltrato.
Por supuesto, esto no se queda en ausencia de clases… maestros me han contado que algunos de sus alumnos llegan con el estómago vacío o bien, con signos claros de maltrato psicológico.
La propuesta de Tito Delfín es paradójica porque por un lado, debemos considerarla como buena, pero por el otro, hay que lamentar que se tenga que buscar que haya disposición legal para que se actúe con algo que moralmente debería de importarnos.
IV
Si hubiera que ponerle nombre a esta iniciativa que propone reformar la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley de Educación ambas del Estado de Veracruz, le pondría “La Ley Maestro Antonio Romero”. En mi infancia no conocí a maestro más estricto que él, pero a la vez, el más preocupado por sus alumnos, al grado de ir a visitar hasta su propia casa, a los padres de familia para conocer las condiciones en que vivían sus alumnos… Quizás muchos jóvenes no recuerden a este maestro, que en alguna ocasión presumió tener familia en Córdoba, Veracruz, pero para los viejos como yo, Antonio Romero era el profesor de Memín Pingüín.
Como sea, celebro esta preocupación por parte de Tito Delfín Cano y estoy seguro que muchos maestros y maestras han de recibirla con gusto, y más seguro estoy, que muchos de ellos no requieren de reformas a la Ley para preocuparse no sólo por la educación de sus alumnos, sino por el bienestar físico y mental de ellos.
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