Metrópoli

Nuestro país, en últimas fechas, ha desarrollado la protesta social como un recurso importante para llamar la atención, de la opinión pública, sobre ciertos asuntos que afectan a colectivos, agrupaciones, organizaciones de todo tipo e, incluso, a la sociedad que se manifiesta en conglomerados contra acciones consideradas arbitrarias y violatorias de los derechos humanos y civiles.
Con mayor frecuencia las protestas han sido contra el estado, contra sus dependencias e instituciones que tienen la obligación de dotar y garantizar, precisamente, el cumplimiento de las leyes y mandatos constitucionales, además, de garantizar el orden y la concordia de la sociedad mexicana.
Un embrollo cuando algún grupo, colectivo o movimiento “social” decide salir a las calles en son de protesta para exigir, denunciar, acusar a las instituciones públicas o privadas que, desde su particular óptica e interés, consideran que están siendo vulnerados sus “derechos” y salen a las calles a protestar contra el incumplimiento, generalmente, del gobierno en acciones para beneficio de esos grupos.
Y diariamente, porque ya se ha hecho costumbre, las manifestaciones inundan las ciudades del país y, principalmente, la Ciudad de México, la que absorbe el cumulo de protestas del tema que sea contra el Estado, lo importante es cobijarse en la reacción de la opinión pública para que esta, también en un conglomerado, exija al Gobierno el cumplimiento de promesas o compromisos realizados con antelación con esos grupos u organizaciones entre más pueblo se sume más presión se suma para la respuesta del Gobierno.
Y así han trascendido que los grupos y movimientos logran sus canonjías, respuestas y cumpkimiento a los intereses de grupo o de líderes que aprovechan la becesidad de los miembros del cgrupo que comandan más la incornformnidad del pueblo que se ve afectado en el transporte, cierre de calles, afectaciónd e comercios y ptras anomalías que afectan el orden y la sana convivencia.
Tradiconalmente los mexicanos que son afectados con alguna marcha o manifestación y proyetesta de ciudadano, se comproaban de alguna manera con relativa acptación y conformismo de los afectados porque, finalmente, pensaban que la protesta era efímera y se podía recuperar la movilidad en una horas sin mayores consecuencias,pero…
A partir del empoderamiento de esos grupos y otros que ven en las manifestaciones, marchas y protestas una industria que saben que, con los bloqueos y cierres de vialidades, trastocan la paciencia ciudadana y traen como consecuencia respuestas inmediatas a sus intereses, tanto que la libre manifestación de ideas y protestas con causa se ha degradado a acciones de vandalismo puro, donde ya no importa la protesta importa el destrozo, ataque sistemático contra el gobierno y sociedad civil, violencia, robos, golpes y propensión a gener miedo en la ciudadanía.
Ejemplo tenemos muchos, primero eran los grupos opositores al sistema, paracaidestimas, comerciantes ambulantes, gremios de trasnporte pirata, las organizaciones campesinas, agrupaciones políticas, trabajadores, agrupaciones de toda índole, ONG´s, que tenían algún reclamo, casi siempre por incumplimiento en las políticas públicas del gobierno.
Los protocolos de seguridad pública de las ciudades que sufren la cotidianeidad de estas manifestaciones, ordenadas o violentas, como derecho de la ciudadanía tienen que cumplir con el orden estipulado para la protección del resto de los ciudadanos y sus pertenecías, su integridad física, además, de la infraestructura urbana de las ciudades y la propiedad privada.
Un mal entendimiento de la aplicación y observancia de los derechos humanos ha provocado que las manifestaciones sean cada vez más violentas, porque los manifestantes se sienten protegidos por esas organizaciones, sin embargo, los derechos humanos no protegen el vandalismo ni ningún tipo de agresión contra la propiedad privada e integridad física de los ciudadanos, la actuación violenta de cualquier manifestante incurre en delitos que debe ser castigados por las instituciones de seguridad pública.
Pero, la intervención de los elementos de seguridad pública, han sido satanizadas por las facciones vandálicas de infiltrados Las agresiones contra elementos de seguridad, edificios públicos, propiedades privadas y hasta periodistas son parte ya de los expedientes acumulados en el archivo de esta asociación a la que la ley “le hace los mandados”.
Tan sólo en marzo de este año estuvieron involucrados de manera directa a una serie de daños cometidos contra el vehículo de conocido periodista chiapaneco quien sin deberla ni temerla tuvo que aguantar las arbitrariedades de los agresores y pagar los perjuicios provocados por los vándalos.
Apenas en agosto pasado se le acusó de haber retenido a cuatro agentes federales que transitaban por “sus territorios” para ejecutar una orden de aprensión. Los elementos policiacos estuvieron secuestrados por horas hasta que se concluyó la negociación que permitió su liberación. Todo sin que nadie resultara responsable de dicha falta a la ley.

Para quienes aún no ubiquen a dicha organización, generalmente se manifiestan con la cara parcialmente cubierta y palos en mano, movilizando a mujeres y niños como carne de cañón para evitar las acciones físicas por parte de elementos policiales o simplemente para hacer escarnio mediático ante una posible agresión oficial contra estos sectores.

Desde el sexenio pasado se apoderaron ilegalmente de un extenso predio ubicado al norte oriente de Tuxtla Gutiérrez en donde las leyes vigentes para todos los demás no tienen efecto. Ahí se gobiernan solos, bajo la autoridad de unos cuantos líderes que deciden en asuntos que van desde problemas vecinales hasta el embargo de predios y casas.
A trancas cerradas ahí las autoridades judiciales no entran, no tienen jurisdicción. Es una colonia irregular, considerada dentro de las de mayor marginación en la ciudad donde sus habitantes se mueven “al grito de guerra” del líder en turno. Sin rezongar.
Lamentablemente tras varios años de dicha anarquía social, hoy las autoridades siguen subyugándose a las condiciones que ellos pongan, a las peticiones y a los intercambios políticos que terminan manteniendo vivo dicho movimiento.
Ojalá pronto alguien se sujete los pantalones y ponga finalmente en orden a dicha agrupación que innegablemente tiene el derecho de manifestar sus peticiones e inconformidades, pero nunca por encima del derecho de los demás ciudadanos que cuentan con exactamente las mismas garantías constitucionales que ellos.
¡Que vivan las Fiestas Patrias!
fl.carranco@gmail.com