Morir poquito a poco

Por Yadira Hidalgo G.
En México nos están matando. Mujeres, hombres, familias, niños, niñas, periodistas, defensores y defensoras de derechos humanos ¿Cuándo comenzamos a caer como moscas? ¿Por qué nombrarme en ese colectivo si aquí sigo, viva y escribiendo? Porque con cada asesinato todo México se muere un poco. Hay quienes están más conscientes de ello y hay quienes siguen viviendo sin querer darse cuenta.
Nuestro país siempre ha sido un país violento; pero este infierno que vivimos sólo necesitaba un empujón y ése se lo dio el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa. Que nadie lo olvide. Él, en un momento de frenesí de macho bravucón, declaró la guerra al narcotráfico y con esa declaración _hecha vaya a saberse bajo qué circunstancias_ se abrió una puerta por la que salió el lado más oscuro, terrible y temido del país que poco a poco se había estado creando desde administraciones anteriores.
Un país que dejó de apostar por la educación porque lo que importa es la formación de mano de obra barata, que no se queje ni conozca sus derechos. Un país que volvió religión la corrupción y enseñó a sus nuevas generaciones a encomendarse a la palanca y a la charola. Un país que deja pasar indulgentemente contenidos de extrema violencia en los medios de comunicación que consumen cientos de jóvenes, niñas y niños, en los que la violencia hacia grupos de personas precarizadas en sus derechos, son lo normal. Un país que ve con devoción la existencia de grupos criminales en sus eternas y encarnizadas peleas, de los cuales se escriben canciones y series de televisión que les exhiben como héroes y heroínas con alma. Un país insensibilizado al que la indignación le resulta un concepto muy lejano y ajeno.
Como en caldo de cultivo, la violencia germinó y esparció sus flores negras por todo el país: ejecuciones, secuestros, desapariciones, feminicidios, trata de personas, asesinatos sumarios, sicariato, muerte a gran escala. Muerte que no se puede ignorar aunque se piense que sí.
El clima enrarecido que flota en nuestro país desde hace varios años nos afecta a quienes aquí vivimos, lo queramos o no, tengamos o no cercana a una persona que haya sido víctima de la violencia desatada. Tal vez sólo cuando la dignidad se haga costumbre, podremos ir vislumbrando la salida del túnel. Mientras tanto, en este país, aunque sigamos respirando, la verdad es que cada día nos morimos poquito a poco.