Mujeres en Campaña

Por Yadira Hidalgo González
Con las campañas electorales finalizando hay mucho que reflexionar. Obvio, para comenzar, el voto pero también muchas cosas que para la mayoría pasan inadvertidas. Tal es el caso de los roles que las mujeres juegan en este tipo de ejercicios políticos.
Primero hay que recordar que el 51.7 % del padrón electoral a nivel nacional está constituido por mujeres y que eso se refleja casi de la misma manera en los estados. Sin embargo, se tuvieron que hacer cambios sustantivos a la ley electoral __que se toparon con mucha resistencia__ para que finalmente se mandatara a los partidos políticos a establecer las llamadas cuotas de género, para que las candidaturas reflejaran la paridad y las mismas oportunidades de participación política para las mujeres y los hombres.
Ese tema en sí, es muy complejo y necesita un análisis apropiado y profundo; pero digamos que la paridad de género en la representación política ha sido una lucha que, aunque ganada, sigue enfrentándose con resistencias culturales e ideológicas y por lo mismo, no es una realidad en todo el territorio nacional.
Otro papel que han desempeñado las mujeres en los procesos electorales, es el de convocantes. No hay partido político que pueda negar que las mujeres forman uno de los cuadros más sólidos a través del cual se realizan los trabajos más arduos: desde arengar a la población a asistir a los mítines, hasta pasar lista, organizar transporte, hacer comida, repartirla y hacer todo tipo de labor proselitista.
Las mujeres son muy útiles para las fuerzas políticas, sin embargo sus demandas específicas pocas veces son atendidas con conocimiento de causa, honestidad y a través de verdaderas propuestas. En una conferencia, una reconocida estratega política afirmaba que hay temas que “no venden” dentro de una campaña electoral, como por ejemplo, el tema de género. Ella decía que si un candidato o candidata no quería meterse en camisa de once varas y arriesgarse a perder simpatía entre sus votantes, entonces que ni mencionara ese tema.
Para quienes trabajamos los temas de género eso, más que estrategia política nos parece un acto de discriminación, puesto que muchas de las personas que mueven las bases de donde salen los votos son mujeres, que enfrentan cada día problemas que tienen que ver directamente con la falta de políticas públicas que atiendan sus demandas específicas en términos laborales, de justicia, de salud, de educación… en fin, sus derechos.
Aunado a ese “miedo político” por los temas de género, está un verdadero desinterés que se expresa en oraciones como que la política atiende por igual a mujeres y a hombres; lo que traducido significa que no se entiende aún __ porque no se ha querido entender__ lo que implica utilizar la perspectiva de género como herramienta de comprensión y de trabajo para enriquecer las plataformas y las propuestas de las y los candidatos.
De ese desconocimiento, viene una serie de propuestas risibles por lo descontextualizadas, que van dirigidas a las mujeres. Propuestas que resuelven un día, pero que no atacan de fondo las problemáticas estructurales que enfrentan. Aunado a ello, las mujeres muchas veces son utilizadas como parafernalia proselitista ya sea como edecanes, bailarinas con poca ropa o parte de shows con los que se intenta llamar la atención de los votantes ¿Cómo entonces pensar en sus necesidades estratégicas, si sólo se les ve como objetos y no como ciudadanas con derechos?
Si tan sólo hubiera el tiempo, las ganas, el compromiso, la voluntad y la humildad para escuchar a las mujeres, entender sus demandas y enterarse un poco sobre cuáles son las herramientas adecuadas para atender las necesidades del 51.7% del electorado; entonces sí se podrían realizar cambios sustantivos a través del ejercicio político; lo demás, ya lo sabemos, sólo es demagogia.