Mujeres transgresoras

Sheyla Fuertes Lara
Desde que me acerqué al feminismo, esta filosofía de vida que busca la igualdad sustantiva, igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, he tenido la oportunidad de conocer a estudiosas en el tema que formaron parte del movimiento feminista, de maestras que he encontrado en el camino que al compartirme sus conocimientos me llevaron a asumirme feminista.
En este camino he encontrado diversas propuestas y visiones, la mayoría enfocadas a lograr nuestro pleno desarrollo para ser independientes en la toma de decisiones. Las que decidimos dejar el hogar tradicional para enfrentar el espacio público tenemos una doble carga, porque desprendernos de eso no ha sido fácil.
Sí, hemos logrado cambios y nuestras ancestras nos dejaron un gran legado, que poco a poco se ha ido consolidando hacia el pleno respeto de nuestro derechos humanos, pero aún falta mucho por hacer.
En tanto no podamos decidir sobre nuestro propio cuerpo, no tengamos salarios justos e iguales a los de los hombres; así como oportunidades laborales; ocupemos puestos de toma de decisiones; tengamos una vida libre de violencia; acceso a los servicios de salud e involucremos a la familia en las labores domésticas; seguiremos con la brecha de desigualdad.
En el entorno en el que me he desarrollado, tuve la oportunidad de convivir con mujeres que no siguieron del todo los esquemas tradicionales, que si bien no estudiaron, quisieron que sus hijas tuvieran un destino diferente al de ellas.
Algunas, a pesar de lo que representaba un divorcio en su familia, decidieron separarse de sus parejas para escapar de la violencia que vivían, otras, buscaron la manera de que sus hijas e hijos salieran adelante.
Sin saberlo, sin estudios, sabían que la educación tradicional que les dieron no era la mejor para ellas. Y esto representó salir su entorno, transgredir, dejar el espacio privado para ocupar un lugar en el público, ese que a las mujeres nos ha sido negado por generaciones.
Quienes lograron desarrollar una vida diferente a la que les impusieron son mujeres transgresoras, que se reconocen como sujetas de derechos y que no se conformaron con lo que les dijeron que sería su vida.
Si bien no son feministas, sí son parte del proceso de cambio tradicional, buscaron mejorar sus condiciones de vida para ellas y sus familias.
Tuve la oportunidad de conversar con algunas que lograron salir de un entorno violento, sin estudios, pero con muchos deseos de tener una vida diferente. Esto no fue fácil, pero reconocen que si no fuera por el valor que tuvieron para cambiarla, no tendrían ahora una mentalidad abierta.
Algo que me llamó la atención de sus relatos, es que aunque tienen otro tipo de vida, se preocupan por las mujeres que siguen viviendo en condiciones difíciles, que siguen si tener acceso a la salud; que enfrentan una vida dura, trabajos domésticos pesados y sin oportunidades de cambio. Para ellas, desean una vida diferente.
Cada persona desde nuestros espacios podemos lograr cambios, reaprender nuevas formas de convivencia, desde casa propiciar una educación igualitaria, libre de estereotipos y prejuicios, para que cada quien sea independiente y tome las mejores decisiones, y así saldar esa brecha de desigualdad en que aún vivimos mujeres y hombres; y porque cada día haya más mujeres transgresoras en todos los espacios.