No al regateo

Cuando el fin de semana entramos a una tienda departamental, jamás discutimos con la demostradora o el cajero, el precio de un producto, por excesivo que nos parezca. Si nos gusta, queremos y podemos, vamos directo a la caja y lo pagamos. ¡Sería vergonzoso ponerse a pedir una rebaja!
Pero si nos encontramos en la calle con un artesano, nos ponemos a pelear con ellos por unos pesos y a exigir que nos den “lo menos”, menospreciando así su trabajo.
Por lo anterior, la campaña que llevará a cabo la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), “No al Regateo”, debe tener mayor difusión, no solo por respeto a nuestros artesanos, sino como una forma de impulso a su economía, como una acción de justicia social.
Recientemente, en la expo artesanal, que conjuntó a más de 300 artesanal de 68 pueblos originarios del país, se reconoció que sus productos han rebasado las fronteras para ser reconocidos en todo el mundo y se han establecido como un nicho de oportunidades.
Bajo el sello “manos indígenas”, hay una amplia gama de cestería, joyería, adornos, flores, textiles, talla en madera, zapatos, productos para el cuidado personal, e incluso actividades y servicios como la gastronomía, centros ecoturísticos, la comercialización de miel de abeja, café, conservas, mezcal, dulces, muebles y hasta medicina tradicional.
En Veracruz, a lo largo y ancho de nuestra geografía tenemos artesanías que maravillan a México y el mundo: los toritos, el verde, el licor de capulín o de café, los rosarios hechos con granos del aromático, la vainilla de Papantla, los bordados de nuestras mujeres indígenas, los trabajos en chaquira en el norte y así podríamos parar en los 212 municipios para explicar lo que en artesanías tienen que ofrecer.
Las acciones de las autoridades buscan acercar a microempresarios indígenas con clientes potenciales, a fin de apoyar la comercialización de sus productos en mercados nacionales e internacionales.
En nosotros, está el éxito o el fracaso de “No al Regateo”, para que paguemos el precio justo de los artículos artesanales, cuya elaboración en la mayoría de las veces es laboriosa y tardada. En Pineda Cobalín paga usted sin discutir mil 500 pesos por una corbata, por el orgullo de que es muy mexicana, pero si se encuentra a una indígena vendiendo una servilleta que ella bordó en 50 pesos, le quiere usted dar 20 o 30 pesos.
Empecemos por nosotros es respetar a nuestros indígenas y su fenomenal trabajo.
@YamiriRodríguez