No hay pactos entre Fidel y Miguel Ángel

Quien crea que la adhesión de Jorge Herrera Alor a la campaña de Miguel Ángel Yunes Márquez representa una alianza entre Fidel Herrera Beltrán y el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, está miccionando fuera de la bacinica. Conjeturar que “La nauyaca” y el mandatario estatal ya fumaron la pipa de la paz, es no tener los pelos de la burra en la mano. Pero lo mejor sería tener a la burra completa, y nosotros sí tenemos a la jumenta entera.
Ahí les va:
Desde hace ya mucho tiempo, la relación entre Fidel Herrera y su sobrino Jorge era muy distante, fría quizá. Esta distancia entre ambos se agudizó aún más en el duartismo. Y es que Jorge, claridoso que es, no se guardaba nada y era de los pocos que le decía sus verdades al ex mandatario, y éste con frecuencia se molestaba, casi al grado de la ira incontenida. De esto, no nos enteramos ayer, sino hace años, desde que los encuentros entre sobrino y tío cada vez eran más ríspidos. Y ello nadie más nos lo contó en esa ocasión más que el meritito Jorge, a quien le guardamos un gran aprecio y admiración. Así que fuimos testigos de las broncas entre Jorge y Fidel.
Jorge le pedía apoyo al político cuenqueño para que intercediera con Javier Duarte para que lo hiciera candidato a diputado local o federal. Le daban el avión tanto el negrito como Javier Duarte. Le decían que sí. Y ahí andaba George recorriendo la Cuenca, pagando viáticos de su bolsillo, para que a la mera hora lo hicieran a un lado. Postularon a otros personajes que perdieron estrepitosamente en esa zona, pero si hubieran nominado a Herrera Alor, otro gallo les hubiera cantado. El chamaco es carismático, trae arrastre y cae bien.
En una de tantas, lo más que le dieron en el duartismo fue la Dirección de Becas, cargo en el que sólo estuvo pocos meses porque finalmente renunció, molesto porque lo tenían congelado, relegado. Le prometieron que lo iban a apoyar bien y finalmente no le cumplieron.
Es cierto que Fidel apoyó a Jorge para que estudiara en Inglaterra, pero sólo fue eso. Cuando regresó al finalizar sus estudios, no le dieron cargos (hubiera sido nepotismo), no le dieron placas de taxi, ni la intermediación para cobro de “moches” (eso al parecer lo hacían Jorge Carvallo o Érick Lagos, según nos cuentan).
Vimos a Jorge en esos años no jodido económicamente, pero tampoco en la abundancia. Diríamos que en la sana medianía. Pero de dos años a la fecha, nuestro amigo sufre para pagar la colegiatura de su hijo. No duerme pensando en las deudas, en las tarjetas de crédito vencidas, en las llamadas de los bancos a las 7 de la mañana, ya sea sábados o domingos. Se incorporó a un despacho de abogados, pero eso no da más que para sobrevivir; ahí nomás para irla pasando. Andaba de capa caída. Es un chavo que no se enriqueció. No le metió la mano al cajón como muchos fidelistas y duartistas. Quienes realmente conocen a Jorge, no nos dejarán mentir.
Y ahora que le ofrecen incorporarse a un proyecto político de otros partidos, no es traición ni es deslealtad a nada ni a nadie. Jorge tiene que buscar su propio camino y desarrollarse profesionalmente en lo que sabe hacer.
Por eso es falso que su alianza con Yunes Márquez forme parte de un acuerdo con Fidel Herrera. Nada que ver. Esas son patrañas. Además, Herrera Beltrán se encuentra hospitalizado desde hace varios días por un derrame cerebral. Tío Fide ya no quiere queso sino salir de la ratonera. Seguramente está más preocupado por salvar su vida o recuperar su salud, que andar tejiendo acuerdos.
No obstante, no faltarán los obstinados en seguir con sus análisis totalmente fuera de lugar. Pero esos desinformados ya verán cómo en las semanas por venir, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares volverá a exhibir las corruptelas de la “docena trágica”, período en el que mal gobernaron Javier y Fidel, quienes siguen siendo sus más acérrimos enemigos. Esa será la prueba fidedigna de que no hay tales pactos. Para entonces, los atolondrados analistas por fin se darán cuenta que estaban confundiendo la gimnasia con la magnesia, o, lo que es peor, no distinguir entre las ganas de miccionar con las de defecar.