Óscar Arias, expresidente de Costa Rica, ante la soberanía venezolana

Fue en febrero de 2016, cuando el expresidente de Costa Rica de visita en Venezuela, ante la Asamblea Nacional, expresó memorable discurso alusivo al “tiempo que apremia” a los políticos, cuya función casi siempre resulta modesta en sus alcances y en sus efectos. Abundó que el político tiene la responsabilidad de evitar catástrofes, pero no de operar milagros, pues la capacidad del político como la de todos los hombres públicos es limitada.

Desde entonces se veía venir la catástrofe que hoy aqueja al pueblo venezolano, dividido y confrontado con posiciones aparentemente irreconciliables, sobre todo por la injerencia de diversos países, cuyos mandatarios se ostentan como jueces internacionales y se ufanan al presentarse como “defensores de la Democracia”. Lo delicado del caso es que el dictador Maduro se encuentra atrincherado para mantenerse en el poder y desde su búnker, acusa al conservadurismo internacional, de una conspiración que conlleva la guerra económica, el sabotaje al sector privado de Venezuela y el encarecimiento del costo de la vida, para los desempleados que se oponen a la continuidad de Nicolás Maduro.

Por otro lado, el autodenominado encargado de la presidencia de Venezuela, Juan Guaidó, lidera la inconformidad de la otra mitad de los venezolanos, que acusan de abuso autoritario del poder al régimen de Maduro, de corrupción, ineficiencia y represión; además de la responsabilidad por los muertos resultantes de la represión a los manifestantes que demandan elecciones inmediatas, libres y democráticas para nombrar un presidente, mediante un proceso electoral supervisado por organismos internacionales, que hagan respetar el Derecho de los venezolanos para decidir en ejercicio de su soberanía, el destino y la conducción política de su país.

Desde aquella memorable intervención de Óscar Arias Sánchez ante la Asamblea Nacional venezolana, el visionario político expresó la necesidad de atender la ayuda humanitaria, indispensable para evitar males mayores, cuya procedencia tendría que ser de naciones amigas de Venezuela; cuyo único interés fuera la mejor solución a este conflicto, que hoy amenaza con una conflagración mundial si no se cuida la participación de las principales potencias de América, Asia y Europa; desterrando el interés manifiesto de las grandes potencias, por el petróleo, que resulta ser la más grande riqueza de la empobrecida Venezuela.