Partidocracia que impide nuevos liderazgos y mejores gobiernos

La democracia como la define AMLO, es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Con esa sencillez que desde el nivel de educación primaria se nos enseñaba, se entendía que era el pueblo quien decidía el nombramiento de los hombres encargados de gobernar; y que el mismo pueblo unido, poseía un poder superior al de cada individuo, lo que le permitía tomar decisiones en beneficio de todos; dando una explicación tan sencilla de la soberanía popular, que es el mismo pueblo mediante su expresión soberana quien decide la forma de su gobierno, las leyes que lo regulan y de las consecuencias de su transgresión.

Al tomarse las decisiones colectivas sin considerar la opinión de la mayoría, el proceso democrático se anula. Y si en lugar de tomar en cuenta a los ciudadanos, se llega a acuerdos con los partidos políticos corruptos, que carecen de base social y presumen una militancia ficticia, se anulan los liderazgos y se propicia la Partidocracia, que solo beneficia a unos cuantos vivales.

Las trampas, marrullerías y concertacesiones convirtieron a los dirigentes de los partidos políticos en los grandes electores, usurpadores de la voluntad democrática del pueblo; y todavía más, cuando se apoderaron de los institutos electorales y de los tribunales encargados de juzgar y decidir sobre la legalidad de las elecciones.

Cada proceso electoral cuesta al país cantidades multimillonarias, que el gobierno en funciones entrega de las partidas presupuestales, al órgano encargado de organizar cada elección y éste a su vez, hace entrega de sumas multimillonarias a los dirigentes de los partidos políticos registrados.

El desvío de recursos públicos que provienen del pago de los impuestos, se dijo y se sigue afirmando, que es justificado porque con ello se impide el uso del dinero sucio en las elecciones; y más sucio, no puede estar, cuando proviene de recursos públicos extraídos ilegalmente del Presupuesto público, para la compra de votos y para hacer triunfar a los peores candidatos propuestos por los partidos políticos.

Una limpieza radical en las estructuras electorales, en los partidos políticos y la cancelación de las partidas presupuestales destinadas a los partidos y asociaciones políticas, oxigenaría el ambiente y permitiría contiendas políticas, democráticas con mayor credibilidad para hacer mejores gobiernos.