REFORMA ELECTORAL

@samuelferrerm

Dice Marcos Roitman que la democracia debe ser la forma política que permita desarrollar nuestras libertades. Sí lo que vivimos en el país durante la semana pasada fuera mínimamente parecido a lo que entiende Roitman como democracia, estaríamos hablando de un proceso electoral participativo e incluyente, con unas campañas realizadas dentro del marco legal establecido y una jornada de votación pacífica. Lamentablemente en México aún no hemos sido capaces de alcanzar ese concepto de democracia y mucho menos las libertades sociales que ello implica. Tal vez sea esa la razón del profundo sentimiento de frustración y enojo postelectoral que vive el país. Tal vez sea esa la razón por la que la participación social se encuentra estancada y por la que de lo último que desea saber la ciudadanía al culminar elecciones es sobre la clase política que acaba de elegir.
Es responsabilidad de los que nos encontramos dentro de la esfera política reconocer en el hartazgo social el mayor reto a vencer. Es lamentable ver y escuchar a las facciones mezquinas de uno y otro partido político dar interpretaciones a modo sobre los resultados electorales. El gran triunfador de estas elecciones y de los últimos treinta años en México ha sido el dinero. Vivimos subordinando la voluntad popular a los intereses de unos cuantos. En nuestro país el éxito político se encuentra determinado por la capacidad económica del candidato, quien al más puro estilo de una economía de mercado compra conciencias, votos e instituciones.
Ante este panorama no valen las voces que hoy de manera oportunista hablan del fracaso del sistema electoral cuando hace apenas unos días elogiaban al Órgano Electoral como el árbitro impoluto garante de los resultados. No vale escudarse en las carencias de nuestras instituciones para justificar el fracaso político, los que aceptaron participar en el proceso electoral 2017 sabían que jugaban con reglas injustas y un árbitro limitado.
Lo que sí vale es exigir una actuación más justa y representativa de nuestras instituciones políticas y electorales. Tanto nuestros partidos como nuestro Órgano Electoral necesitan desde hace años ser reformados. Los resultados están a la vista de todos, los partidos se han vuelto clubs exclusivos que impiden el acceso popular al poder y el Instituto Electoral es un elefante burocrático que gasta millones y ha perdido su característica ciudadana; actuando de manera subordinada y legitimando los triunfos políticos de unos cuantos. En definitiva, no se están dando los pasos para alcanzar nuestro ideal democrático. Se podría decir que vamos en sentido contrario al objetivo.
Ante el escenario político que se avecina en 2018 debemos concentrar nuestros esfuerzos en renovar nuestras instituciones y abrir los espacios a la participación popular, el dinero debe dejar de ser motivo y razón de los esfuerzos de la clase gobernante. La demanda es por reestablecer el bienestar popular como centro de la vida política del país.