Regresa Alfonso Cuarón a sus raíces con Roma

Roma, la cinta número 18 en la carrera de Alfonso Cuarón, significa para el cineasta uno de sus trabajos más “personales”, así como su regreso a las calles del lugar donde nació para filmar, tras 17 años de ausencia. La oportunidad se antoja única para el director, gracias a la narrativa: la vida de una familia de clase media en la CDMX a comienzos de la década de los 70.

“Para mí, regresar a la Ciudad de México era una necesidad, una comezón que ya llevaba años. Siempre había planes y se me había cruzado algo en la vida. Este proyecto en específico fue algo muy personal, una película que sucede en 1970 o 1971 en la Ciudad de México, mayormente, que tiene mucho que ver con elementos y vivencias de mi infancia.

“Para mí, lo difícil es que de alguna manera dolía también, había cosas muy a flor de piel en el proyecto (…) No es que sea una motivación de repente, es algo que tengo toda la vida; puedo vivir en el extranjero, pero mi cabeza siempre está pensando, ni siquiera en mexicano, en chilango, estoy muy al tanto del acontecer en mi país”, dijo Cuarón.

Alzarse con el Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood a Mejor Director significa, en la gran mayoría de los casos, una especie de oportunidad para conseguir mejores elementos de producción para un proyecto futuro. Cuarón prefirió usar esa “fama” para levantar la película de sus sueños en México y regresar a sus raíces.

Parafraseando a Guillermo del Toro, Cuarón hizo una reflexión de Roma: “Él dice que algunas películas son como la caja del cereal. De niño te comes todo el cereal, porque al fondo está la promesa de un juguetito. Siguiendo esa metáfora, Gravity fue esa caja de cereal y me saqué ese juguetito, que se traduce en una película más grande, con más producción y más estrellas.

“Tomé la decisión de utilizarla para regresar a México y hacer la película que he soñado hacer, con los recursos, una cosa que invertimos fue tiempo, el rodaje fue muy extenso, pero fue parte de aprovechar también este momento, en vez de salirme por la tangente industrial, regresar a lo que es mío”, compartió el también ganador del BAFTA por su labor tras la cámara.

Para dar forma a este sueño, Cuarón se apoyó en el director artístico, también ganador del Oscar (El laberinto del Fauno, 2007) y el Goya (Un monstruo viene a verme, 2017), Eugenio Caballero, y en la cinefotografía eligió dar la oportunidad a un novel talento, Galo Olivares, tras la imposibilidad de Emmanuel El Chivo Lubezki de viajar al país.

“Es un gran talento, esta película Emmanuel Lubezki la iba a fotografiar, pero por una cuestión personal no pudo viajar, terminé fotografiándola yo, en colaboración con Galo Olivares, que es un fotógrafo joven, nuevo, con un ojo excepcional.

“Creo que ese ojo, después de este proceso, en donde se utilizaron recursos que no son frecuentes en el cine nacional, creo que con eso salió Galo, con un conocimiento técnico maravilloso, tengo mucha curiosidad de seguir viendo y lo que va a pasar con Galo”, abundó el también director de Harry Potter y el prisionero de Azkaban.

Durante la filmación de Roma, iniciada en otoño de 2016, Alfonso Cuarón y su equipo pudieron percatarse de un elemento, tristemente definitorio en la población de la CDMX. “Cuando hablamos de la memoria de los espacios y comparar fotos, hubo algo que me llamaba la atención que es muy claro.

“Es impresionante cuando comparas fotografías de la Alameda en 1970 y la de ahora, es el gran problema de obesidad que tenemos, en los 70 éramos una nación de flacos, es impresionante, eso fue algo que, curiosamente, me llamó la atención y al comentarlo, a todo el mundo ya le había llamado la atención, fue algo muy significativo”, comentó.